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El Fulgor de esos Ojos

Autor:

Los cuentos como espacio para visualizar la psique y profundizar en el simbolismo astrológico.
Eli Serebrenik | El Fulgor de esos Ojos

El fulgor de su rápida mirada me anonadó. Nunca he visto en ojo humano semejante brillo. Parecía el faro de una moto en una nocturna ruta solitaria. (1)
Decidí seguirlo a pesar del miedo a que algo horrendo sucediera. Imposible evitar ir tras él. (2)
Caminamos por las últimas callecitas del pueblo, las que lindan con los montes arbolados y olorosos que, a esta hora y en esta situación, se me antojaban escalofriantes.
Momentos antes del fulgor de aquellos ojos impensados, estaba yo terminando de regar los malvones pensando en acostarme y fumar una pipa en la oscuridad de mi cuarto. (3)
Nada más verlo pasar, con genuina y sigilosa elegancia, para disparar un interrogante impostergable. (4)
Apoyé la regadera en la mesa pequeña atestada de utensilios de jardín, tomé un abrigo y salí. (5)
Sobre su espalda cargaba un bulto grande, estaba oscuro, no logré ver mucho más.
Caminaba con pasos elásticos y largos, demasiado largos. Me sentía un tonto correteando tras él, un tonto o un niño pequeño tras un padre displicente. (6)

Luego de andar un rato llegamos a un promontorio, las luces de la ciudad se veían lejos como estrellas difuminadas en un cielo negro. (7)
Un latido de dolor desplazó mi atención hacia la mano derecha que, lastimada por una corteza saliente, sangraba. Grité de miedo y auto conmiseración. (8)
De golpe el desconocido detuvo su marcha y casi topé con él, pero logré detenerme sin ser visto, con el corazón latiéndome fuera del cuerpo.
El quedó mirando hacia abajo desde lo alto de la loma. Allí hay una enorme arboleda y un pequeño arroyo donde abrevan los animales del lugar.
Sin lograr darme cuenta del tiempo transcurrido, vi de pie a su lado la figura nítida de una mujer.
Ella también portaba un bulto en su espalda.
No notaban mi presencia o al menos lo disimulaban a la perfección.
En medio de la noche ambos caminaron conmigo detrás.(9)
El miedo dominaba cada uno de mis movimientos, pero aún así, prefería seguirlos a darme vuelta e ir a mi casa a dormir como si no hubiera visto nada. (10)
Ellos transmitían algo inhumano, espantoso y yo no podía soportar la idea de dejarlos ir y no saber dónde estaban o haciendo qué.
Los bultos sobre sus espaldas me perturbaban. Tal vez eran muertos lo que llevaban, para ser enterrados en medio de la arboleda sin que nadie pudiera jamás hallarlos. ¿Y si eran bombas listas para ser detonadas en una escuela? ¿Por qué eran tan altos y elegantes?
Me resultaban sospechosas las largas siluetas andando como gatos con joroba. Piernas y troncos sumamente elásticos, finos cuellos rematados en cabezas perfectas. Los enormes bultos parecían no pesarles ni dificultar su andar parejo y veloz.
Busqué con la mirada temiendo que aparecieran otros rezagados que, al sorprenderme espiando, me asesinaran en medio de la oscuridad.
La noche se cerró más aún. Sólo distinguía las siluetas de aquellos dos, cargando sus bultos y avanzando con inusitada liviandad.
Yo tropezaba con ramas y piedras, cuando de pronto sentí en mi costado la dura y tranquilizadora certeza de que aquella tarde, mi arma particular había quedado en el bolsillo del pantalón, precisamente el que llevaba puesto. (11)
El paisaje me parecía distinto pese a no ver casi nada. Se escuchaba el rumor de una cascada lejana.
Por fin el alba se hizo presente con cauta penumbra.
El ruido del agua ahora era intenso y el viento de la madrugada trajo hasta mi nariz el perfume de la menta. Algo más impregnó mi olfato, con suavidad al comienzo, invadiendo arrolladoramente después, un profundo olor a madera húmeda y quemada. Algo esponjoso se inflaba como levadura de cerveza dentro de mi nariz. Sentí ganas de sonreír y dirigir la mirada hacia arriba para oler mejor. (12)

Los dos estaban cerca, a unos seis metros.
Como telón de fondo tras ellos, varios saltos de agua espumaban el aire. Yo miraba escondido tras un matorral. (13)
El hombre que tenía la piel completamente gris, plateada, tomó la mano de ella afectuosamente. La mujer era roja, borravino, todo el cuerpo menos sus radiantes ojos. Ambos tenían alas de la misma textura y color que el resto de sus cuerpos, alas parecidas a las de desaparecidos reptiles volantes pero más pequeñas, daban la impresión de ser muy fuertes y duras.
La noche me había confundido con temibles bultos, pero ahora el sol me permitía ver de qué se trataba.
Ellos no notaron mi presencia, se miraban mutuamente. (14)
Yo, aterrado, recordaba el fulgor de sus ojos y trataba de calmarme pensando que el hecho de haberlo contemplado, no tenía por qué significar que ellos me hubiesen visto. (15)
El agua estruendosa era surcada por un arco iris de lado a lado. Ellos, quietos ahora, se comunicaban entre sí.
Ella se inclinó y alzó una piedra que refulgió entre sus rojas manos, la acercó a los labios y ambos al mismo tiempo respiraron sobre ella, luego la arrojaron al medio de la cascada. Me pareció que la piedra tenía alas y que no cayó en ningún momento.
El oscuro cuerpo masculino onduló en el aire y sus alas se abrieron totalmente, con una de ellas golpeó cariñosamente la cabeza de la mujer, ella lo empujó un poco. Jugaban en el amanecer brillante.
La intensidad del olor a madera se tornó espléndida, surgía de esos cuerpos hacia el aire que los circundaba. Arrobado, casi sin aliento, olí y miré a la pareja. (16)
Se tomaron de las manos y él alzó vuelo llevándola como un peso muerto, atrapada por la fuerza de la gravedad, ella pataleó y queriendo deshacerse de su mano buscó el apoyo de las rocas para sus pies. Lo consiguió cayendo con suavidad sobre la hierba, ambos reían a carcajadas. La mujer optó por abrir también sus alas rojas y comenzó a volar en círculo sobre las aguas. Se elevaron juntos.
Fue entonces cuando me vieron agazapado en el monte. El fulgor de esos cuatro ojos, como faros en la noche, el brillo cálido y dulzón de sus miradas me clavó en mi sitio, no pude soportarlo. Saqué el control remoto de mi bolsillo y los apagué de un solo golpe. (17)




En este espacio voy a señalar frases/imágenes que puedan ser claramente visualizadas y asociadas con símbolos astrológicos.
No es un análisis astrológico de la narración ni del narrador, sino más bien, el aprovechamiento de ciertas imágenes para mostrar planetas, signos o aspectos, ampliando así el espectro de posibilidades y matices en la lectura de ejemplos.
Generalmente nos cuesta decodificar escenas complejas, ya que en la mayoría de los libros tradicionales de Astrología, los recetarios son muy limitados.
Por eso propongo este análisis de imágenes literarias.
Me resulta placentero jugar con conceptos e imágenes, muy propio de mi Luna geminiana y ascendente en Piscis.
Abrir un espacio en el que podamos pensar y sentir de un modo desestructurado, proponiendo reflexiones que están un poco mas allá de lo conocido y darle un matiz más (Urano) uraniano.
La astrología no es un lenguaje cerrado a definiciones estáticas, aunque eso es lo que les parece a los que no se han sumergido en el corazón de esta disciplina.
Es cierto que hay leyes y ciclos ineludibles, los experimentamos en el cuerpo a través de nuestra existencia. A cada uno nos sucede una vida y cada uno le sucede a la vida en su totalidad.
Jamás habrá una sola y determinada lectura para una configuración, tanto natal como por tránsito.
Para algunos el tránsito de Saturno Saturno al Sol Sol serán límites y frustraciones, para otros estructura y construcción, e incluso ambas cosas a lo largo del tránsito.
Es cierto que el destino tiene que ver con la propia historia, pero también es cierto que Urano Urano nos sorprende a todos.
Hay muchos mitos circulando en relación a esto. Para los detractores de nuestros estudios, la fama de deterministas que tenemos los astrólogos, es un límite inventado por desconocimiento acerca del tema que nos ocupa. Y también por la estrechez de miras en cuanto a la decodificación fija acerca de la interpretación de cartas.
Las interpretaciones de imágenes que propongo hoy, son simplemente las que puedo ver en este momento, tal vez leyendo el cuento en otro contexto aparecerán muchas variables y matices.

Pasemos a "mirar" las imágenes.

  1. La ruta solitaria y el faro de la moto, con esa sensación de extrañeza acerca del brillo de los ojos, podría ser Marte Urano (Marte Urano)
  2. Quiere ir a toda costa, soportando o estimulado por lo horrendo: Marte Plutón (Marte Plutón)
  3. Escena Virgo (Virgo), servicial, cuida de la naturaleza, ocupa un lugar humilde y rutinario.
  4. Mercurio Mercurio en Géminis (Géminis) Interrogante impostergable
  5. Clima virginiano (Virgo), precauciones.
  6. Niño en proceso de crecimiento, tratando de acercarse al padre (Sol Saturno)
  7. Escena de impronta uraniana (Urano), mirar las estrellas y estar arriba y lejos al mismo tiempo
  8. Mercurial (Mercurio) Virgo (Virgo), en los detalles y Plutón (Plutón) Marte (Marte) en la herida, la sangre en una situación oscura y de minusvalía y terror (Polaridad Plutón inversa)
  9. Despliegue de imagen (Neptuno) neptuniana proyectada, tal vez por Casa VII
  10. La imagen neptuniana se torna seductora al máximo, irresistible.
  11. Se detonan imágenes cargadas de Mercurio-Plutón (MercurioPlutón ), en relación al miedo por la atracción hipnótica de Neptuno (Neptuno). Sospechas, pensamientos que se manipulan sin control, estrategias que se despliegan, amenazas que se imaginan.
  12. La percepción de Venus en Tauro (Tauro), sobredimensionada por la imagen neptuniana.
  13. Un "yo" inmaduro, Sol-Saturno (Sol Saturno), temiendo ser y mostrarse, completamente tomado por la fuerza diluyente de Neptuno predominando la escena.
  14. Esta imagen habla de Júpiter- Neptuno en Libra VII (Júpiter Neptuno Libra) donde la idealización mágica de la pareja soñada invade la identidad endeble del personaje.
  15. Semejante amor está fuera del "yo" Sol (Sol Virgo + Saturno)
    Son "ellos", "otros" seres a los que no se puede ni siquiera mirar, sin caer en situación ilegal (Saturno), por lo tanto punible y aterradora.
    El sentido profundo del amor está proyectado en casa VII.
    Desde otra lectura podríamos leer una situación edípica donde el protagonista es el niño pequeño amando a la pareja de sus padres, sin lograr acceder a su inclusión en la misma.
  16. El elemento Aire y Neptuno predominando el relato. El juego inocente e infantil y al mismo tiempo onírico y atrapante.
  17. Urano Urano corta en un instante el estado Neptuniano.
    Internamente dentro del protagonista esto se gestó en el momento en que el pone su "arma personal," el control remoto del televisor en el bolsillo.
    Un mecanismo de Luna geminiana (LunaGéminis Urano) aspecto duro con Urano, "sabe" que su modo de estar segura (Luna) es tener un interruptor emocional veloz. Y Sol en Virgo (Sol Virgo) tiene una mirada de orden total y prevención.
    Es un imprevisto para el lector, pero en la estructura energética del protagonista parece ser una posibilidad con la que él cuenta como hábito, costumbre (Luna) que aunque inconsciente, siempre aparece.
    Entregarse de lleno a sus anhelos neptunianos hasta donde soporta la estructura lunar y ahí corta e interrumpe todo el circuito.