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Astrología de la crueldad (6): El rol del Astrólogo, o ese cielo que nos mira.

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Hay una forma de mirar diferente, despegado de lo que sucede como si se tratara de un film. En algunos ámbitos eso es el ideal del periodismo, decir lo que sucede sin más, sin tomar partido, sin estar a favor o en contra. Mirar así, por qué no decirlo, también es triste, profundamente triste, porque es eliminar cualquier emoción, cualquier intención, es solo describir sin tocar nada, y sin permitir que nada te toque. Es mirar desde afuera sabiendo que no se puede entrar sin quedar irremediablemente ciego. Es la nariz contra el cristal, el frío de la noche y una muy profunda e inmensa soledad.
Alejandro Fau | Astrología de la crueldad (6): El rol del Astrólogo, o ese cielo que nos mira.

 “Entre lo sobrehumano y lo inhumano, salvo en la infancia, poco espacio me ha quedado para poder ser el humano que soy. A ti te doy las gracias, mi amor, por este pequeño espacio.”

Leto II – Palabras a su prometida.

Frank Herbert “Dios Emperador de Dune

 

Ejercer la astrología desgasta, como desgasta ejercer la medicina o la psiquiatría. Es una profesión en donde hace falta correrse humanamente a un lado para poder ser efectivo en lo que se pretende hacer, ayudar a un otro. Pasa también lo mismo con los rescatistas de todo tipo, los bomberos por ejemplo. Trabajar inmerso en el conflicto humano pone a prueba el temple de estas personas cotidianamente, los lleva al límite y orada, como la piedra es oradada por el agua. Ejercer la astrología tiene pocas alegrías. Quizá las únicas sean el ser realmente comprendido por un otro respecto de lo que puede expresarse sobre él mismo, el otro, y la de poder enseñar lo que la Astrología es. Es una profesión, como la del filósofo, que te sumerge lentamente en la tristeza del comprender el mundo y el pobre papel que hacemos en él. A veces pienso que la Astrología es una verdadera maldición, pues te va quitando las ilusiones, las fantasías, los cronópios y las esperanzas. Te acerca a la verdad, sí, aunque la mayor de las veces la verdad, como la libertad, sean un algo profundamente personal y solitario. Como el comprender. Es muy curioso el comprender, es algo que se persigue obsesivamente, se anhela como se anhela el Santo Grial y como si el lograr la comprensión pudiera proporcionarnos la suprema felicidad. La mayor parte de las veces ésto es falso. Cuanto más sabemos, más quisiéramos ignorar. No porque la ignorancia sea buena, sino solo porque es menos dolorosa.

 

soledadLa verdad resulta dolorosa, y ha de ser por eso que evitamos tanto el dolor como el averiguar la verdad. Somos memoria, y por ello caminamos invariablemente hacia el olvido. Recordar nos da seguridad. El recordar que fuimos ayer nos da la esperanza de poder durar mañana y tal vez para durar siempre. Aún sabiendo que solo la totalidad permanece y que ninguna parte se mantiene mucho tiempo, finalmente se disuelve, se diluye, se destruye. El ser un recuerdo inmortal es quizá la mayor de las fantasías humanas. Reverenciamos así casi como deidades aquellas cosas que existen desde hace mucho: unas paupérrimas ruinas, las sombras de una entrevista belleza y los fantasmas de una presunta eternidad aún no perdida. Soñamos con durar, con permanecer por siempre. Fantaseamos una vida eterna con nombre y apellido, con nuestro nombre y apellido, claro, y recordamos para darnos ánimos a Mozart, Sócrates, a Adán o a Moisés, sin saber que ellos también avanzan fatalmente hacia el olvido. Mil, cinco mil, diez mil años, ¡qué breve eternidad! Cuán ingenuos somos en nuestros infantiles conceptos de lo eterno... y quizá nos muramos así, infantes, dentro de veinte o treinta milenios pensando lo mismo y con el mismo absurdo afán de durar por siempre. Veinte o treinta mil años digo, porque vamos rápido, muy rápido, en verdad muy rápido en términos históricos. A los dinosaurios les llevo varios cientos de millones de años el llegar a ninguna parte. Tuvieron que transformarse y dejar de ser lo que eran intrínsecamente, radicalmente, para que algo de sí, solo como parte y no como totalidad, pudiera seguir en lo vivo. Los reptiles le dieron neocórtex a nuestro cerebro de mamíferos y alas a nuestros pájaros. Hoy son las gallinas de nuestros tecnológicos corrales que los moldean y producen en diversas series adaptadas a los gustos de los distintos mercados culturales planetarios.

 

pensarLlamamos al pensar, a la razón y auto-consciencia, el Don de la humanidad, aquello que nos hace humanos. Lo que nos distingue de aquellos que son, a nuestros ojos, puramente animales. Aquello que nos hace verdaderamente importantes en tanto evolución de especie dominante. Pero quizá eso haga que terminemos igual que los grandes lagartos. La desafiliación que producirá extremar el ego, en términos psicológicos, acabará con el gran mono lampiño. El desarrollo de las emociones que debería desplegarse en paralelo con el desarrollo intelectual de la especie, se ha visto relegado a un estadio infantil frenando a su vez el avance de nuestra evolución consciente, un círculo vicioso que se retro-alimenta porque seguimos atrapados en los mecanismos de nuestras reacciones automáticas disparadas por el ego desde el cerebro reptil ante la complejidad de las emociones mamíferas que nos asaltan. Que el sentimiento es un misterio impensable racionalmente es más que evidente, pero no quiere decir que no sea parte integral de nuestra mente. Así pues, otro reino por encima de lo humano, que no es poco pero que tampoco es tanto, aparecerá en paralelo sobre el tramo final de nuestra existencia como especie antes de la extinción. Ni insecto ni planta ni animal, ni carnívoro ni herbívoro, quizá el proto de una extraña especie de omnívoro fotónico, un homolucens, quién sabe, pero otra cosa, menos mamífero animal y con una mente con mayores posibilidades que la nuestra, además de un sentido de filiación aún mucho más ampliado. No será seguramente un salto hacia ninguna “máquina”, al menos no todavía; si bien la naturaleza evoluciona de a saltos, estos nunca fueron tan largos como para que se pueda suponer primariamente eso. Hay esquemas de futuro que apuntan quizá hacia eso, sí, pero carecen aún de una probable temporalización cierta que nos marque alguna línea dentro del campo de lo que es verdaderamente posible. Aunque la vida nos da sorpresas, yo no creo en modo alguno que la evolución humana inmediata pase por ahí.

 

PolisemiaEl futuro es consecuencia de una polisemia llamada presente. A partir de ella, desde lo astrológico, podemos leer diferentes sucesos y anticipar otros de manera simultánea. Depende del grado de lectura que cada uno haga el poder prever las acciones a oponer en consecuencia de los diferentes propósitos, y de lograr entrever la noble finalidad del todo en los resultados. Es en la observación y evaluación de esa polisemia y de sus causas más profundas en donde debe aparecer esa exovisión necesaria de la que hablaba en el inicio, y que es necesaria para el astrólogo en su tarea; ya que solo así podemos “oír” a las emociones cantar la melodía que sigue el tema cada vez que nos enfrentamos al mandala de una carta natal y lo contraponemos al nativo allí presente, nuestro consultante. El resonar en conjunto con ellas resaltará los harmónicos internos que son quienes nos darán la guía del camino a seguir. El sostenimiento de esa tensión interna es lo que desgasta psíquica y físicamente, pues consume cantidades enormes de energía, pero el peor desasosiego surge de la sensación de infinita ajenitud que la experiencia en sí produce. Sumergirse en una Carta Natal no es algo que se hace por placer en el sentido que usualmente damos de esa palabra, placer, sino tan solo en el de ver desaparecer una ilusión. Por un instante se hace la luz y puedes ver dentro de toda oscuridad, propia y ajena, pero te encuentras allí en el centro mismo del abismo; y ese resplandor alcanza al otro que te consulta y ve dentro de su propia oscuridad, aunque quizá sea él quien llegue a odiarte por aquello que allí haya visto. Con el tiempo, pues, se aprende a observarlo todo, oírlo todo, y, para no enloquecer, a olvidarlo todo. Te vuelves un poco taciturno, hablas menos, y comprendes y perdonas cosas que para otros son tal vez inadmisibles. Luego, ya vuelto a tu ser, amas, y amas con mayor intensidad que otros. Porque descubres que es el amor quien tiene el poder de hacer retroceder un paso o dos a la muerte. Pero pese a ello no te aferras a nadie ni nada, porque sabes que no se puede aferrar nada, porque nada se tiene de una manera cierta que no sea lo que hay en el aquí y ahora.

 

visionTal vez solo sea el amor lo que hace que podamos sostener esa mirada, esa exovisión, él y el anhelo de resolver el enigmático acertijo que nos plantea la vida a todos antes de que nos suene la hora final. Cuando se vuelve de ese horrible vacío de sentimientos puedes ver la extrema fragilidad en la que se sostienen nuestras vidas, y no es extraño, como cualquiera puede verlo en los estrambóticos personajes que pueblan el imaginario popular sobre quienes ejercen la astrología, que el individuo se sumerja en la negación, la desesperanza, la depresión, la paranoia o la locura. Hacen falta una mente y un corazón poderosos para sobrevivir a ello, verdaderamente la nuestra no es una profesión para cualquiera. Causa mucha gracia ver como se ofrecen cursos y seminarios sobre el noble arte ante un público que los equipara a cualquier actividad pasatista como pueden ser el bricolaje o la decoración de tortas. La astrología no es una distracción o un pasatiempo como muchos tienden a creer, luego de sumergirte en ella por un período de tiempo, apenas el necesario para que puedas comenzar a comprenderla, tu modo de mirar el mundo y a ti mismo cambia drástica y radicalmente. Esto no es algo que pueda evitarse, pues es condición necesaria para su correcta comprensión, y una vez realizado el cambio la vuelta atrás ya no es posible sin pecar de una compulsiva negación psicológica. Ha de ser por ello que sus principales y más furibundos detractores son aquellos que alguna vez se acercaron a ella pero apenas atisbaron un poco de lo que verdaderamente allí había, se han dedicado a atacarla abiertamente tratando de erradicarla viendo peligrar la integridad de sus propias mentiras y engaños, o de un modo sutil y encubierto, declarándose doctos en ella y ejerciendo una fantochada como la que nos tienen acostumbrados los estupidizantes circuitos mediáticos con el fin de eliminar el pánico que les produce, burlándose de ella. Este rasgo de infantil cobardía es quizá comparable al que tiene aquel que nunca a nadado en su vida y se sumerge por primera vez en la mar profunda. Su inmensidad lo abruma y espanta, los seres que allí habitan son tomados como terribles monstruos que quieren devorarlo y corre a refugiarse de nuevo para sentirse a salvo entre los vendedores de salchichas y rabas que pueblan la playa. Jamás volverán al mar salvo para lavar la arena ardiente de sus humanas patas.

 

buceo profundoEl profesional de la astrología es comparable a un buzo de aguas profundas, lugares en donde la única luz ahí es la que uno mismo porta, o aquella que producen los seres que allí habitan. El mundo en que se permanece inmerso es un algo también peligroso para la consciencia individual. Visto desde cierta distancia las cosas allí tienen formas diferentes de lo que son en realidad, hay que acercarse bastante a ellas para poder definirlas en lo que verdaderamente son y no en lo que se dispara en el propio imaginario sobre lo que significan ellas para los propios prejuicios. La división medieval entre planetas “benéficos” y “maléficos” es producto de la pobre evolución de la consciencia general en esos días, y de los prejuicios y juicios culturales de la época; caer en esas prácticas hoy día se revelan no solo como ridículas, sino también perniciosas tanto para el astrólogo como el consultante, además de un verdadero insulto a la inteligencia humana. Toda cultura humana comenzó mirando el cielo, y se debe ser profundamente humano para poder comprenderlo. La exovisión de la que hablo no tiene que ver con ello, pero lo involucra. La tensión de la que hablo involucra en verdad el sostenimiento simultáneo de una triplicidad de miradas. La del Otro, la de la Humanidad Toda que lo refleja como un espejo, y esa exovisión que está más allá de ellas y las observa. Al mismo tiempo se debe ser el espejo que refleja al otro desde la más profunda y completa humanidad dejando fluir sus sentimientos y emociones para contraponerlos a los del otro; y también, con lo inscripto allí en el mapa que se tiene delante, ser el otro. Así mismo es el astrólogo quien debe observar desapasionadamente el movimiento de la danza que siguen en su inherente vincularidad. Luego de una consulta, no es extraño que el profesional se pregunte si alguien habrá anotado la matrícula de camión que acaba de atropellarlo. Hay quien se acerca a estudiar la astrología con el afán de lucrar con ella atendiendo diez personas al día. Si alguna vez lo intentaran estarían muertos antes del almuerzo.

 

fatalismoLa verdad es que la del astrólogo no es una profesión que se diría feliz. Tiene sus gratificaciones, es cierto, pero estas no provienen tanto de su trabajo en sí en la consulta, como del que dedica a la investigación y a la observación personal. Mientras desarrolla su tarea en la consulta permanece sumergido en el conflicto de las pasiones y emociones humanas y brega por equilibrarlas sacándolas y observándolas a la luz. Se embebe de oscuridades malsanas, dolores y daños que no le son propios en tanto individuo que es, sino solo como parte de una entidad mayor llamada humanidad. Mas esta circunstancia igualmente lo desgasta como si fuese propia si no se toman los recaudos pertinentes. El principal de ellos es el poder desplegar adecuadamente esa exovisión de la que hablo y desde la cual se expresa. Sin ella podría quedarse atrapado tanto en el inmenso mar emocional y caótico del inconsciente del colectivo humano, como en el de su consultante. En este aspecto su tarea puede equipararse a la que debe desplegar un psicólogo profundo, solo que en lugar de ceñirse a un marco meramente teórico que intenta adaptar la conducta de su paciente a una supuesta normalidad socialmente aceptada haciéndolo encajar en un ceñido molde, se atiene al movimiento de despliegue que sigue el desarrollo de la consciencia para que su consultante lo pueda acompañar al tiempo que evoluciona con él, y que, con su evolucionar, también lo impulsa. No existen “patologías” en astrología aunque sí un tratamiento sanativo de ellas, y quizá sea por ello que cada vez más personas dedicadas profesionalmente a la psicología se acerquen a ella. Ambos, creo yo, tanto el psicólogo como el astrólogo, aspiran idealmente a que su profesión no sea necesaria y que los individuos puedan sanarse a sí mismos y desplegar su individualidad enriqueciendo al todo, pero también comprenden que la consciencia humana media recién está despertando y su tarea es la de dar la bienvenida y el acompañamiento necesarios para comenzar su exploración. También saben que no tienen un acabado mapa de ese ignoto territorio psíquico, sino apenas algo de la periferia de su propia consciencia individual, y que en la medida en que puedan seguir ampliándola serán mejores no solo como individuos sino como profesionales. Nunca se lo sabrá todo, y jamás será suficiente lo que se alcance para decir que ya basta en la exploración de la consciencia y el inconsciente humano, siempre habrá un más allá; sostener esta actitud es condición indispensable para poder asumir, corregir los errores y eliminar las propias trabas. El Fatalismo, por ejemplo.

 

psicopatologíasEn el proceso de comprensión hay muchas profundidades. Estos distintos niveles de la comprensión son campos de vibración que resuenan en el inconsciente de nuestro entendimiento proveyéndonos de juicio. Nuestro entendimiento, algo en un todo diferente de la comprensión, no es más que un incesante re-ordenamiento de los propios prejuicios configurando así esa fantasía que nosotros habitualmente creemos que es pensar. El entendimiento nos lleva solo al sostenimiento de un diálogo interno en que sigue una línea argumental segura y conocida, montada sobre un prejuicio. Quien tiene esos prejuicios es quien observa, y quien observa aquí es el astrólogo. La exovisión que se tiene le abstrae aún de ello y conforma un marco independiente, al igual que  la visión desde el otro por un lado, y la que se tiene desde la postura humana de otro lado, aunque ambas, independientemente, tienen los propios prejuicios, diferentes o iguales de las que tiene quién las observa. El astrólogo es el instrumento que resuena con estas, y quien las contrapone a la exovisión que tiene y es capaz de evaluar desde el conjunto la interacción entre ellas. Es quien puede ver la danza que siguen, y percibir la armonía intrínseca del conjunto. Biológicamente y de un modo grosero diríamos que debe utilizar ambos hemisferios cerebrales simultáneamente mientras está atento al fluir vincular que lo une al consultante. Existen variados peligros aquí en el reino de la mente, al que está expuesto el profesional en su tarea. Una es el caer en el laberinto de los espejos de la propia mente individual, encajando el prejuicio de los propios deseos y emociones en el mirar la evolución de los sucesos, extraviándose en absurdos galimatías. Una vez allí no puede salirse sin destruir esos espejos que no son sino nuestra propia estructura de individualidad llamada ego, nuestra conexión psíquica con el mundo y nuestra auto conciencia. Otro es el quedar atrapado en un Arquetipo de los que está plagado el inconsciente humano, siendo del mismo modo enajenado con similares y catastróficos resultados. Y aún hay otros más, como los hay en las otras profesiones.

 

psicópatasCuando decidimos dedicarnos a una materia tan seria como es la Astrología desde su función humanística, no podemos eludir evaluar todas estas cosas y el si estamos dispuestos a lidiar con ellas en el cotidiano. Hay muchísima gente de espíritu misericordioso en el mundo, pero no todas están dispuestas a enfrentar lo que la Madre Teresa de Calcuta en su aplicación práctica. Así mismo cada año se agotan las vacantes en las carreras de Medicina de las Universidades del mundo pese a que no todos resisten la visión de la sangre de una simple cortadura, y ni que hablar de asistir personas en un escenario de catástrofe humanitaria. Son cosas que se deciden por cuestiones de prestigio ante los otros o simplemente por moda. Lo mismo sucede con la elección de una profesión como es la astrología. Hay mucho voluntarismo y fantasía en ello, y muy poco compromiso real. Desgraciadamente la falta de evaluaciones idóneas respecto de los conocimientos reales que tienen los aspirantes y egresantes en una carrera como la astrológica, hacen que anualmente se vuelquen a la profesión vastas oleadas de absolutos ineptos para la tarea. Esto equivaldría a matricular de cardiocirujanos a cualquiera que asista a un curso de primeros auxilios. No exagero en nada con esto, porque tanto en cirugía como en astrología es con mucho más peligroso el saber apenas un poco, que el no saber absolutamente nada.

1 Comentarios

CAM (15.Mar.2011 @ 22:49 gmt) dijo,
...sólo un rescatista en zona de catástrofe, con amplia experiencia en el tema podría describir tan bien el arduo proceso que implica el transformarse en astrólogo... si, creo que es una transformación, en todo sentido... se corren los ejes de todos los falsos sostenes que supuestamente tenían que contenerte en la vida (asi decían que era)) y van tomando distintos matices, a medida que vas ajustando los lentes....donde otros ven inocencia y resguardo, uno cree que se está volviendo loco porque comienza a ver manipulación y control, y que el "bien" que el otro desea es en realidad que nada se mueva de lugar y vivir en el pasado...y cuando ya no "entras" en este concenso...simplemente ya no perteneces, eres "extraño" vas en solitario...y pasas en forma angustiante de pileta en pileta, hasta que posiblemente halles el mar en algun momento, pero nada te garantiza que sea el mar que anhelas, porque como bien dices, no es la felicidad usual, no es la realización usual, mas que la de permancer alerta...y en algún momento descubrir que el servicio es lo único que te gratifica...si no mueres en el intento, claro...