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Astrología: Sentimiento, Lenguaje y Cerebro.

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Pensar sin poder hablar no es lo mismo que hablar sin poder pensar. El primer caso sucede cuando somos aún bebés y apenas balbuceamos, y el segundo muchas veces cuando somos ya mayores y también apenas balbuceamos. En cualquier caso el lenguaje primario que usamos para estructurar inicialmente nuestro pensamiento es siempre el mismo y no importa que seamos anglos, latinos, chinos o polinesios, todos lo hacemos igual. Cuando traducimos ellos a nuestro propio idioma es donde la Babel se nos desmorona y surge una catarata de errores garrafales, malos entendidos, bonitas confusiones, y, por supuesto, todo aquello que llamamos literatura.
Alejandro Fau | Astrología: Sentimiento, Lenguaje y Cerebro.

Nota: Este artículo es quizá un buen complemento del que lo precede cronológicamente, y quizá debiera ser leído con anterioridad a aquel para comprenderlo mejor, tiene como finalidad ampliar algunos conceptos, dinámicas y procesos que suceden en nuestro interior y que no siempre son tenidos en cuenta a la hora de enfrentarse con algunos porqués, cómos, y cuándos. Ah! También podría haber titulado a éste como “La irracionabilidad como núcleo indispensable de la componente esencial en la verdadera expresión de lo que dimos en llamar el Arte”, pero me pareció un poco rebuscado y tal vez demasiado largo :P



Presuponemos bastante livianamente que el lenguaje siempre es adquirido y nunca pre-existente. Digamos que en el caso de nuestro lenguaje hablado ésto sí es cierto, pero solo en el sentido en que debemos adquirir un código de intercambio externo que ya forma parte de nuestro entorno inmediato para poder sobrevivir y se le llama a ésto “Lengua Materna”, y tendemos a traducir con preferencia primaria nuestros pensamientos a este lenguaje con el fin de tornarlos accesibles para nuestra Razón. Pero lenguaje y razonamiento no son en modo alguno “pensamiento” sino diferentes modalidades de articularlo. Muchas veces habrán oído que tal o cual persona “piensa” en tal o cual idioma diferente de su lengua materna y que ello le constituye una ventaja comunicacional indubitable; es una ventaja, sí, si lo que uno pretende es comerse una hamburguesa de pollo en Tokio o preguntar por la central de correos en Berlín, pero no es para nada así en tanto mejorar su calidad de pensamiento. Razonar en otro idioma solo nos permite cambiar de un sistema de prejuicios a otro, a utilizar quizá otra lógica, pero no a “pensar” de mejor modo. El lenguaje contrafigura al pensamiento y lo condiciona organizándolo de una determinada manera, que siempre recorta, para poder ser verbalizado. Cuanto mayor es la complejidad del lenguaje más posibilidades de expresar con mayor exactitud lo que se piensa. Por eso también tenemos falsamente como un concepto válido que aquel que más ha leído es más sabio que los otros, no solo por tener una mayor cantidad de datos acumulados en su mente consciente sino porque al haber enriquecido su lenguaje más que el resto, puede así expresar más claramente aquello que piensa. Pero la incesante acumulación de datos, los que por otra parte podrían ser todos completamente erróneos, no nos hace en lo absoluto más sabios. Sabiduría, Erudición e Inteligencia, no son términos intercambiables porque no son sinónimos. Bien sabemos que entre los seres humanos, numéricamente hablando, hay más inteligentes que eruditos y más eruditos que sabios, los que, por cierto, son seres bastante escasos.

JungCarl Gustav Jung establece en su teoría psicológica que existe un lenguaje común a todos los seres humanos de todos los tiempos y lugares del mundo, que éste está constituido por símbolos primitivos con los que se expresa un contenido de la psiquis que está más allá de la razón al que denomina arquetipos, y que este lenguaje está contenido en lo que dio en denominar como el Inconsciente Colectivo, constituyendo lo que sería la primer estructuración del pensamiento a nivel preverbal, agregaría yo. Desde la Astrología planteamos ésto como verdadero, ya que en la matriz natal del individuo subyace no solo la constitución energética, física, espiritual y emocional del individuo sino también su psique. Partimos de la base de que esta matriz es multidimensional y opera a toda escala en él. Es, por ponerlo en un ejemplo más accesible, la particular configuración de los mismos elementos constitutivos que tienen todos los seres en un ordenamiento determinado como sucede en los niveles físico genéticos, plasmando así en diferentes dimensiones del Ser disímiles y hasta diametralmente opuestos resultados partiendo de los mismos componentes básicos. Fue ésto lo que llevó a Jung, creo yo, a profundizar sus estudios en Astrología y Alquimia como lenguajes estructuradores del psiquismo humano sin involucrarse en discusiones filosóficas sobre el cómo es que los seres humanos arribamos entonces al conocimiento a partir de ello. El sentimiento que provoca este lenguaje preexistente en lo interno y su pulsión a ser expresado es lo que lleva al Ser a la posterior adquisición de un lenguaje externo por medio de la impulsión de los mecanismos mentales de razonamiento y memoria con el fin de intercambiar con sus pares todo un cúmulo de emociones y cuestiones de índole práctica que harán más fluida su vida en la sociedad e impulsarán su evolución cultural. Dicha evolución se verá estructurada, facilitada o entorpecida, dependiendo de la modalidad adoptada históricamente por la cultura social en la que ha nacido, o su oposición a ésta producto de su propia matriz constitutiva que lo distinguirá del resto de sus pares. Parte de esta modalidad a la que me refiero, la que siempre es más o menos restrictiva, en la sociedad de nacimiento, es lo que llamamos la “lengua materna” y es quien será la que configurará inicialmente su propia visión de la realidad y el mundo externo a él mismo. Pero este lenguaje adquirido en contraposición al preexistente sera siempre con mucho más pobre, pues es solo un producto del intelecto humano y su, por definición, siempre incompleto bagaje de conocimiento adquirido a lo largo de su evolución cultural y su ineludible condición de ser solo una parte de una completitud eterna que llamamos totalidad, ya que si pudiera abarcar a ésta conscientemente podría llamarse con justicia a sí mismo: Dios.

CerebroPero comencemos por el principio para no complicar tempranamente al profano, y evitar que integrantes de diferentes tendencias filosóficas nos exijan sesudas explicaciones sobre aquello que ni siquiera puede ser nombrado al no haber meditado, mascullado y digerido suficientemente el párrafo anterior. Pongámoslo en algo más tangible como nuestro propio cuerpo. Nuestros genes no determinan de forma exacta nuestro organismo; se limitan a establecer unas bases mínimas, una arquitectura general que se encargará de mantenernos vivos. No existe la cantidad suficiente de genes para dedicarse en específico a cada pequeño detalle de nuestro organismo así que, en lo práctico, estos trazan algo así como un boceto de nosotros. Sobre esas bases los genes van dando instrucciones generales sobre cómo  deben ser cada uno de nuestros órganos, incluido el cerebro, pero la forma definitiva que éstos adquieren se debe también, y en gran medida, a la interacción con el entorno y es así cómo nos vamos completando dependiendo de nuestra necesidad en la acción esculpiendo y refinando toda nuestra estructura mientras vamos creciendo. Al nacer en nuestros cerebros hay muchísimos enlaces sinápticos entre muchísimos grupos de neuronas que irán desapareciendo durante los primeros años configurando la estructura que tendrá cuando esté completamente terminada, por ejemplo adecuándose al recorte que nos planteará luego la “lengua materna” que configurará nuestro modo de ver el mundo y la acotada expresión de nuestros pensamientos en las llamadas áreas de Broca y Wernicke que es donde se encuentra localizada nuestra articulación del lenguaje. Es como si al principio nuestro cerebro fuera una fábrica de interconexiones neuronales específicas y que se construirá a sí mismo mientras lo utilizamos, debilitando paulatinamente aquellas conexiones que no usamos hasta descartarlas finalmente por completo. Esto es algo que plantea Gerald Edelman en su Teoría de la Selección de los Grupos Neuronales y está completamente aceptado como cierto en la actualidad. Pero en los niveles físico-neuronales también existe la capacidad de construir nuevas conexiones cuando las existentes son dañadas por alguna causa externa, un accidente por ejemplo, o por la simple necesidad de ellas, por ejemplo cuando tenemos que incorporar una nueva gramática y sintaxis al aprender un idioma completamente diferente al que usamos habitualmente. Con nuestro pensamiento, en los niveles más sutiles que la materia, pasa algo similar.

MentePero similar no es parecido y parecido no es igual. Así como en nuestro cerebro a nivel físico se refuerzan determinados caminos de interconexión neuronal eliminando los no utilizados provocando una especie de “calado” en el primitivo esquema del todo interconectado con todo, en los niveles sutiles del pensamiento si bien se refuerzan los senderos preferidos de asociación por encima del resto, las otras posibilidades no se eliminan y no desaparecen sino que simplemente se dejan de utilizar. A nivel conciente podemos decir que las olvidamos por falta de uso y llegamos a creer que solo existen y son importantes las interconexiones más marcadas. Más que un “calado” podemos referirnos a ésto como “surcos” trazados sobre una superficie, o como los senderos que atraviesan una foresta. Estos surcos o senderos pueden estar profundamente marcados y resaltados como preferidos hasta adquirir el aspecto de caminos pavimentados o incluso de súper-carreteras, pero el bosque permanece en los intersticios. En el sentido práctico del lenguaje, podemos equiparar este sistema de senderos o surcos con los lenguajes adquiridos, los lenguajes “normales” digamos (preferidas formas predeterminadas de expresión de conceptos meramente racionales), y a la foresta o el bosque que los circunda como el área del lenguaje simbólico preexistente (el mundo de los arquetipos Junguianos, o del lenguaje astrológico en nuestro caso). La mente consciente configura así un tipo de mapa de carreteras en donde solo los caminos, las intersecciones y los nódulos de destino o partida son importantes y aparecen dibujados, y el resto es simple espacio vacío intransitable o de posibilidades poco prácticas o inexistentes para el sistema propuesto y es descartado en su utilización compulsivamente hasta que finalmente es ignorado por completo. Este mecanismo lleva a verdaderas situaciones de pánico en aquellas personas marcadamente racionales al verse enfrentadas con el lenguaje astrológico, pues sienten que sus pasos avanzan irremediablemente hacia un insondable abismo. Entre las personas de marcado pensamiento mágico, en cambio, la situación es distinta; ya que sin saber nadar se lanzan a las entrañas de un caudaloso río incapaces de comprender la ventaja de utilizar un puente carretero o un bote para poder sortearlo adecuadamente, y terminan una y otra vez a miles de kilómetros de donde pretendían ir creyendo que han llegado efectivamente hasta allí. En la mayoría de los casos, a nivel del pensamiento, los primeros terminan arrojando vacías latas de gaseosa y otras basuras desde el borde de la ruta, y, en el segundo, sentados en una balsa intentando remar sobre el asfalto.

retrato01En el nivel de estructuración preexistente del pensamiento, los lenguajes simbólicos identifican por medio de símbolos-arquetipos los diferentes accidentes geográficos y las distintas especies vegetales-animales que las habitan, al tiempo que nos hablan de la profunda interrelación existente entre ellos y la variación de ésta dependiendo de los factores climáticos a los que está sujeta esta región “salvaje”, para seguir con nuestro ejemplo; mientras que los lenguajes adquiridos solo se refieren al concreto de las carreteras y puentes, al asfalto, a los edificios de los pueblos y ciudades, sus organizaciones políticas y sociales a nivel teórico, y al chismorreo de los negocios que llevan adelante sus habitantes. Mientras que en el primer caso la dinámica de lo vivo y eternamente cambiante es una parte esencial de su estructuración y articulación, en el segundo prevalece lo artificial, lo fijo, lo quieto y lo muerto. Esta diferenciación es muy importante para comprender el por qué uno puede articularse verbalmente y el otro no. Mientras que el “lenguaje arquetípico”, por llamarlo de alguna manera, da cuenta de un algo dinámico que cambia y evoluciona continuamente, es por ello mismo que no puede ser enunciado de un modo útil para nosotros; ya que cuando terminemos de expresar verbalmente algo, ese algo habrá cambiado significativamente desde que comenzamos a hacerlo. Quizá, sí, podría expresarse solo utilizando alguna modalidad verbal de los pretéritos refiriéndonos a las cosas como han sido pero nunca a las cosas como son o serán, lo que sería singularmente poco práctico aunque tal vez si bastante poético. En el segundo caso es precisamente su cualidad artificial, fija y prácticamente inmutable lo que nos permite la previsibilidad necesaria de no variación de sujetos lo que posibilita el articularlo de un modo que nos resulta útil; y es, justamente, esta utilidad práctica la que los ha impuesto como preferencia en nuestro razonamiento, ya que, psicológicamente hablando, nos brindan la suficiente seguridad que nos evita la angustia existencial que nos provocaría el no intercambio verbal con nuestros pares y que nos ha permitido evolucionar culturalmente de un modo tan acelerado. Pero, obviamente, este tipo de lenguajes no sirve para todo. Las cuestiones que atañen al sentimiento, por ejemplo, son tratadas de un modo vago, impreciso, y muchas veces como inexistentes o míticos ante la imposibilidad de poder abarcarlos efectivamente. Para seguir con nuestro ejemplo, es como estar parados al borde de la carretera hablando de un algo distante, desconocido, que no puede verse desde ahí y que por ello mismo se lo tiñe de los propios prejuicios y fantasías, o, simplemente, se sigue circulando por ella, la carretera digo, negando la existencia de tales cosas y asumiendo el más allá de ella como un vacío mientras angustiados intentamos llegar a horario a la cita con el psicólogo para que nos explique el por qué tenemos esas horribles pesadillas.

02Este nivel de lenguaje que da cuenta del sentimentalismo humano, es esencial para la expresión de aquello que llamamos Arte. Los sistemas simbólicos y sus dinámicas, insertos en nuestro inconsciente profundo, impulsan a expresar sentimientos indescriptibles a través de elementos formales de diverso tipo con el fin de aliviar la angustia que produce su represión y encierro dentro del individuo. Nacen así pues, la danza, la pintura, la escultura, la música y la poesía como medios que procuran dar cuenta de hechos totalmente irracionales pero inherentes a lo humano y que conforman aquellas partes que no pueden expresarse de otro modo en el acotado mundo formal en que operamos y con nuestro actual nivel de desarrollo de las propias capacidades expresivas. Desde el plano de lo puramente racional, se circunscribe esta circunstancia al nivel de lo meramente inconsciente y perteneciente al mundo “onírico-mágico” del individuo, que pertenece en la exclusiva esfera de lo privado y sobre la cual se evita proferir juicio alguno a menos que terceros se vean afectados por él. O sea, algo que es producto de la particular chifladura de cada uno y que puede ser algo más o menos genial en la medida en que pueda obtenerse algún provecho económico porque más o menos personas llegan a identificarse con ello; o si no, se lo tratará tan solo como un delirio producto de una mente que puede llegar a ser desde apenas un poco fantasiosa, a muy profundamente desequilibrada según sea la corriente psicológica que la evalúe. En resumen, los intentos que se han realizado de producir Arte por medio de elementos lógico-racionales (como por ejemplo pinturas, esculturas, música o poesía a través de poderosísimos computadores informáticos) han concluido en monumentales fracasos, ya que los resultados obtenidos con estos procedimientos solo logran transmitir a lo sumo una sensación de indiferencia o de vacío, y en cualquier caso un algo carente de emocionalidad alguna que no transmite nada. Sin dudas los lenguajes que se mueven en este nivel de profundidad psíquica son los únicos capaces de llevarnos a contactar con aquello que nos hace tan profundamente humanos: Nuestros sentimientos en estado puro. Quizá por ello son resistidos con tanta virulencia desde el advenimiento de la Edad de la Razón, ya que con su aceptación el Capitalismo no hubiera tenido ninguna chance de poder desarrollarse.

busquedaPero mas allá de las ventajas y desventajas de los diferentes niveles de lenguaje, algo que no puede hacerse es el negar la existencia de este lenguaje preverbal que es impulsor de nuestro pensamiento. Cuando digo “lenguaje”, en este caso, me refiero al medio que posibilita la articulación del pensamiento en tanto poder dar cuenta del registro de los sentimientos para el individuo mismo y no como un medio de expresión externa con que comunicarlos a los otros. La necesidad de expresarlos es quien lo ha llevado a la creación de esos otros lenguajes “artificiales”, pero éstos solo pueden terminar dando cuenta precisa de sí mismos y muy vagamente de cualquier otra cosa, ya que termina desvirtuándose continuamente por la propia autoreferencialidad inherente al ego y su herramienta para crearlos que habitualmente llamamos razonamiento. Muchas veces el ego niega conscientemente este lenguaje preverbal tan solo porque no lo ha creado él, porque se encuentra fuera de su control y prefiere vivir como si no existiera, algo así como lo que le sucede al homo ultraurbanus que cree en su todopoderosa supremacía negando la existencia de la Madre Naturaleza hasta que un tsunami arrasa la ciudad llevándose al olvido los registros de sus cuentas bancarias, el supermercado, su I-Pad y la central electro-atómica que caprichosamente ha construido junto al mar. No llega a comprender que su propia lengua materna se apoya en él y ha sido motivada por su mera existencia. La astrología, como otros lenguajes simbólicos, ha procurado dar cuenta de su existencia estudiando su dinámica, la que es inherente a todo lo que puede llegar a conocerse habiendo observado ya este hecho como cosa indubitable para el humano sentir a lo largo de los milenios y en todas partes del mundo, impulsado por el simple afán de toda existencia autoconsciente que busca primariamente el saber quién es, de dónde viene y hacia dónde va.