Artículos

Plutón en Capricornio: La Devaluación de la Verdad

Autor:

¿No te produce cierta desazón o angustia el hecho de que tras tantas y tantas revelaciones sobre los gobiernos y sus casos de corrupción, descaradas injusticias, asesinatos, desapariciones, robos y burlas a la ley y a la población en general, a la cual le han robado literalmente todo presente y futuro… no suceda absolutamente nada? ¿Te has preguntado porqué no estalla una Revolución masiva y devastadora por todo el mundo enviando todo al traste y sumiéndolo en el caos? Lo cierto es que a nadie parece importarle lo que pasa o, peor aún, es que aún sabiendo todo lo que pasa nadie piensa en hacer absolutamente nada.
Alejandro Fau | Plutón en Capricornio: La Devaluación de la Verdad

"El problema con el mundo es que la gente inteligente está llena de dudas,

mientras que la gente ignorante está llena de certezas"

Charles Bukowski

 

Estos últimos años se han hecho públicas informaciones de todo tipo que deberían haber dañado la estructura del sistema social en que vivimos hasta sus mismísimos cimientos y, sin embargo, esa enorme maquinaria de picar carne sigue intacta, inmutable y sin perder ni una pizca de poder. Esto pone de manifiesto un hecho extremadamente preocupante y que está sucediendo justo ante nuestras narices y al que nadie parece prestarle la más mínima atención. El hecho, vale decirlo ante tamaña distracción, es que la verdad, y la mismísima Realidad, ya no le importan a nadie. Las personas andan como dormidas, apáticas, y actúan mecánicamente ejecutando rutinas que alguien les ha programado y en eso gastan sus vidas. Se que suena cuando menos como algo increíble, pero si te detienes un instante a pensarlo y a mirar en torno tuyo, verás que los hechos te lo demuestran todos los días. El que salgan a la luz los más oscuros y aberrantes secretos del poder ya no produce ningún efecto, no existe ninguna respuesta por parte de la población que ha resumido su papel al de simple espectador. Durante un siglo hemos creído que los luchadores por la verdad, los historiadores y los periodistas, eran capaces de desvelar los asuntos encubiertos y sacar los trapitos al sol, a fin de cambiar las cosas y proteger el futuro de ser una burda copia maquillada de la misma y eternamente repetida historia. De hecho, hemos crecido con el convencimiento de que conocer la verdad, era crucial para crear un mundo mejor y más justo y que aquellos que luchaban por desvelarla eran el mayor enemigo de los poderosos y de los tiranos. Triste resulta descubrir que actualmente la “evolución” de la sociedad, y sobretodo de la psicología de las masas, nos ha llevado a un nuevo estado de las cosas en donde esas figuras son simples empleados de quienes cometen esas tropelías. Descubrimos que el estado mental de la población, el que no se habría atrevido a imaginar poseer ni el más enajenado de los dictadores, se encuentra en un punto tal en que ya no se tiene que ocultar ni justificar nada ante el pueblo. El Poder puede mostrar públicamente toda su corrupción, su maldad y prepotencia sin tener que preocuparse de que ello produzca ningún tipo de respuesta contraria entre aquellos mismos a los que brutalmente oprime, y es más, puede ver que es victoreado y aplaudido por ello. Porque... aquellos que eran los garantes de que eso no sucediese, o están incondicionalmente bajo su mando o, simplemente, ya no tienen ninguna posibilidad efectiva de ser.

Ésta es la realidad del mundo en que vivimos, y si crees que esto es una exageración simplemente observa a tu alrededor. Un país inmerso en un estado de putrefacción generalizado, devorado hasta los huesos por los gusanos de la corrupción en todos los ámbitos: el judicial, el empresarial, el sindical y, por sobretodo, el político. Un estado de descomposición que ha rebasado todos los límites imaginables hasta salpicar con su pestilencia a todos los partidos políticos de forma irreparable. Pero, sin embargo, a pesar de hacerse públicos de forma continuada todos estos escándalos de corrupción política, los habitantes siguen votando mayoritariamente a los mismos partidos, derivando, como mucho, algunos de sus votos a partidos subsidiarios que de ninguna manera representan una alternativa real siendo solo una “segunda marca” del mismo producto. A pesar de hacerse públicos todos estos casos de corrupción generalizada; a pesar de revelarse la implicación de las altas esferas financieras y empresariales con la aquiescencia del poder judicial; a pesar de demostrarse, por acción u omisión, que la infección afecta al Sistema en su generalidad y en todos los ámbitos, imposibilitando así la creación de un futuro sano para el país; a pesar de todo ello, la respuesta de la población hasta ahora ha sido… no hacer nada. Es decir, nadie ha hecho nada efectivo por cambiar las cosas, excepto salir y golpear cacerolas.

ZTVPero todos estos casos empequeñecen ante la gravedad de las revelaciones hechas por Edward Snowden y confirmadas por los propios gobiernos, que nos han dicho en plena la cara que todas nuestras actividades son monitoreadas y vigiladas, que todas nuestras llamadas, nuestra actividad en las redes sociales y nuestra navegación en Internet es controlada, y que nos dirigimos, inexorablemente, hacia esa pesadilla del Gran Hermano vaticinada por George Orwell en “1984”. Todos los medios de comunicación, los poderes políticos y las grandes empresas de Internet implicadas en el escándalo han confirmado públicamente este estado de vigilancia como algo real. indiscutible y… normal (?). Incluso se han regodeado al darnos algunos detalles técnicos sobre el cómo es que se lleva a cabo. ¿Y cuál ha sido la respuesta de la población mundial cuando se ha revelado la gran verdad? ¿Cuál ha sido la reacción del público al recibir estas informaciones? Pues… ninguna. Todo el mundo sigue con su mirada pegada, cual enamorado en estado papafrítico, a la pantalla de su smartphone; sigue revolcándose en las redes sociales opinando a diestra y siniestra y sigue navegando las infestadas aguas de la Internet sin que se les mueva un solo pelo. ¿Créen que Edward Snowden o Julian Assange son construcciones mediáticas de un reality-Show como cualquier otra que puebla su cotidiano? No se, no lo creo. Porque si así fuese, por lo que puedo ver, les prestarían más atención pues hacen de esa futilidad sus vidas. La gran mayoría vive como realidad aquello que sucede en la televisión, y se comporta como si ella misma fuese un personaje televisivo. Dan suprema importancia a si Messi se puso un smoking nuevo para su boda, o si Cristiano Ronaldo tiene caspa, pero no a la evolución del precio del pan o al aumento de los impuestos, o si con el mismo dinero pueden comprar más o menos que antes; ya han olvidado lo que compraban antes, tan concentrados como están de lo que quieren comprar ahora. ¿De qué habrá servido el sacrificio de Edward y Julian? ¿De qué habrá servido arruinar sus vidas y permanecer ocultos para siempre para que no los maten? ¿De qué sirvió hacerle saber al mundo la verdad? ¿De qué nos sirve saber que los bancos son entidades criminales dedicadas al saqueo masivo si seguimos utilizándolos? ¿De qué nos sirve saber que la comida está adulterada y contaminada por todo tipo de productos tóxicos, cancerígenos o transgénicos, si seguimos comiéndola? De nada… saber todo esto no nos sirvió de nada. No se hizo nada. Nadie hizo nada. Porque saber la verdad... ya no significa nada, ya no modifica nada.

Pues bien… ¿Por qué sucede esto? ¿Acaso nos aqueja una enfermedad desconocida que roe nuestro entendimiento? ¿Tenemos algo malo en nuestro organismo que inhibe nuestra capacidad de respuesta producto de alguna aleatoria falla en el ADN? No, o quizá sí… pero de seguro que no es algo “natural” y fortuito, sino algo impuesto y cuidadosamente planificado por quienes tienen interés en que así sea. Lo cierto es que estamos sometidos a un bombardeo constante de estímulos que nos deprimen, que nos sumen en la incertidumbre y en el temor, mezclado con un cóctel químico que consumimos en altas dosis cada día y que no podemos rechazar, ni el uno ni el otro, y que pese a estar haciéndonos daño no podemos interrumpir porque nos hemos vuelto adictos, profundamente adictos a ello. Nos han vuelto adictos a ello, con el único fin de seguir reteniendo el Poder y el control de tu vida. ¿Cómo? Pues de muchas maneras.

MFADesde niños nos dicen que cepillarse los dientes después de cada comida está muy bien, y que como mínimo debemos hacerlo cuatro (4) veces al día. La machacona TV nos adoctrina sobre cuál es la mejor pasta dental para hacerlo, la que, sin importar la marca que sea, siempre tiene Flúor porque te garantiza “dientes más blancos”. Un personaje de blanco e impecable guardapolvos, de uno u otro sexo dependiendo de las tendencias, y experto/a en el cuidado dental, aparece como garante de lo que se dice es completamente cierto… No voy a ponerme a explicar aquí lo que el Flúor hace con nuestros cerebros porque ya se ha escrito demasiado sobre el asunto, pero, si no lo saben, les recomiendo que busquen por ustedes mismos lo que nos produce (aparte de darnos dientes más blancos y brillantes) eso que, también, agregamos en altas dosis al agua que sale del grifo. Lo que nos lleva a la comida, la comida que comemos, aunque nos duela reconocerlo, no proviene de la huerta de la abuela y ni siquiera de alguna pequeña granja de las afueras donde una familia Ingalls clonada por la televisión la cultiva o cría con métodos tradicionales; viene directamente del supermercado. Si viene del supermercado, quiere decir que proviene de una “Fábrica” de alimentos y no de una “granja”, en una fábrica la producción está optimizada para maximizar las ganancias y no otra cosa. Ello quiere decir, ni más ni menos, el que el producto sea “sano” no es en modo alguno una prioridad. Si a esto le sumamos que los organismos que deben velar por nosotros y nuestra salud están dirigidos y sustentados por los mayores propietarios y productores, rápidamente caemos en la cuenta que el envase en el cual viene empaquetado el producto que consumimos, es mucho menos nocivo y más sano que este. Desde hace un tiempo a esta parte, los portales y páginas de “Vida Sana” vienen insistiendo en que lo que necesitamos para ser más plenos (sea lo que sea que con ello quieran decir), más sanos y felices, debemos consumir Litio. No es que quieren decir que debas chupar la batería de tu móvil cada mañana, pues nadie en su sano juicio lo haría, pero allí va la enceguecida masa de new-agers corriendo a su farmacia, botica o almacén natural (?) a buscar sus comprimidos y complementos dietarios, porque como cualquiera sabe la comida “normal” carece de dicho elemento… pues bien, el litio es un anti-psicótico muy poderoso y se utiliza como complemento en la mayoría de los anti-depresivos que los facultativos recetan a aquellos que padecen de estos desordenes mentales con el fin de que puedan estar más “tranquilos” y que ni se les cruce por la mente el saltar por la ventana o pegarse un tiro. Con qué fin se realiza esto es más que evidente si prestas un poco de atención.

Nuestro cerebro es una máquina maravillosa. Puede procesar una cantidad de información prodigiosa en muy muy poco tiempo sin que nos demos cuenta siquiera de ello. Baste como simple ejemplo la tarea que realiza cuando cruzamos una calle en un sitio donde no hay semáforos ni señales de stop de ningún tipo, y debemos colarnos por entre el espacio existente entre un vehículo y otro; basado tan solo en la imagen y el sonido y el modo en que este cambia, nuestro cerebro calcula la velocidad de cada objeto en movimiento en esa escena y le dice a nuestro cuerpo cuál es la velocidad a la que debe moverse y cómo debe coordinar nuestros miembros con el fin de atravesar la calle con total seguridad, le lleva esa tarea no más de uno o dos segundos cuando mucho. Si de manera consciente tuviésemos que pensar las ecuaciones necesarias y realizar esos cálculos sucederían, muy probablemente, una de dos cosas: a) Moriríamos de viejos inmóviles junto a la calzada sin poder cruzar; b) Nos atropellaría uno de los vehículos acabando con nuestra vida… Lo mismo sucede cuando miramos imágenes en una pantalla. Cada imagen y la información que esta contiene se procesa muy velozmente a nivel subconsciente. Un ejercicio que podemos hacer es ver la evolución que hemos sufrido a lo largo de nuestra vida en nuestro ver filmes. La industria nos ha acelerado y entrenado para que las imágenes con las que se nos bombardea puedan, y deban, sucederse cada vez más rápido para captar nuestra atención. Si vuelves a ver un film de tu niñez, una película de acción digamos, te parecerá un muermo, lenta y hasta pastosa. Si a esa edad hubieras visto el último film del género estrenado ayer, hubieses terminado con dolor de cabeza y hubieses perdido muchas escenas o partes de ellas haciéndote quizá incomprensible su argumento. Hoy día los argumentos en las películas de acción son bastante pobres, y su éxito está basado en la espectacularidad e impacto de las imágenes. Ese hiperestímulo constante satura tu cerebro al punto tal que puede bloquear tu capacidad de pensamiento, algo así como esos ataques cibernéticos que literalmente voltean los servidores bombardeándolos con un flujo de peticiones de atención muy superior al que pueden manejar provocando su colapso; solo que nuestro cerebro no se apaga, solo el sistema lógico es quien colapsa, el resto espera una nueva descarga audiovisual para liberar más adrenalina, dopamina, oxitocina, y otras sustancias que acrecientan nuestra sensación de placer… y nos volvemos adictos. Todo el tiempo esperamos un nuevo estímulo y si este no se produce, pues salimos y nosotros mismos lo buscamos.

saturateEse proceso hace que nos distraigamos continuamente, ya sea buscando nuevos estímulos o dejando que nos los provoquen y, esto es muy importante, sin importar que ellos sean “buenos” o “malos” para nosotros. Esto afecta mucho a nuestra capacidad de concentración. Un ejemplo simple puedes encontrarlo en ti mismo. Apuesto que a esta altura de la lectura ya la has interrumpido un par de veces para consultar tus redes sociales en el móvil, enviar algunos mensajes, o ir a prepararte una taza de té. También es probable que abandonaras la lectura y no volvieras a retomarla hasta pasadas unas horas, o incluso días completos... ¿por qué? Bueno, pues porque no sucede mucho aquí, solo estás leyendo algo que te parece bastante largo y engorroso porque fuerza a tu mente a concentrarse y “pensar”. Es agotador ¿verdad? Pues bien, una de las razones por las que no prestamos atención a la Verdad es porque de un modo u otro nos agota. Por una parte piensa que una verdad que pueda hacernos reflexionar durante un rato largo, no cabe en 140 caracteres. No digo que no pueda enunciarse en 140 caracteres, puede enunciarse en muchos menos también. “Vamos a Morir” es una verdad grande como un planeta y cabe en 11 caracteres, 13 si contamos los espacios, pero pasamos por encima de ella como si no existiera; y no existe porque el silencio necesario para que cale hondo en tu consciencia antes y después, simplemente no existe. Ese inmediatamente antes y ese inmediatamente después están llenos de “ruido”, un ruido que nos distrae y nos mantiene entretenidos. Nuestro cerebro necesita más datos, necesita más información. Necesitamos esos datos para seguir existiendo. Necesitamos esa información para intercambiarla con otros. Poco importa que esa información y datos sean verdaderos o falsos, buenos o malos. Solo son un estímulo necesario para buscar satisfacer nuestra adicción mientras que al mismo tiempo nos “apaga” y nos deja inactivos.

¿Es esto una conspiración o solo un fenómeno social de nuestro tiempo? Poco importa si todo esto forma parte de una gran conspiración para controlarnos y esclavizarnos, o si hemos llegado a este punto por la propia evolución natural de la sociedad, porque las consecuencias son exactamente las mismas: los más poderosos harán lo posible por mantener este estado de las cosas y estos mecanismos en funcionamiento; incluso fomentarán tanto como puedan su desarrollo, pura y simplemente... porque los beneficia. De hecho, la propia revelación de la verdad favorece estos mecanismos. A los más poderosos ya no les importa mostrarse tal y cómo son ni mostrarnos sus más oscuros secretos, por sucios y crueles que éstos sean. Revelar estas verdades ocultas contribuye en gran medida a aumentar el volumen de información con el que somos bombardeados. Cada nuevo secreto sacado a la luz crea nuevas oleadas de información que inundan nuestro cerebro. Información que puede ser manipulada e intoxicada con datos adicionales falsos, contribuyendo con ello a la confusión y al caos informativo y con ello a nuevas oleadas secundarias de información que nos aturdirán aún más y más y nos sumirán aún más profundamente en esta inacción manteniéndonos hipnotizados tan solo como simples espectadores. El bombardeo de estímulos representa una auténtica droga para nuestro cerebro, que cada vez necesita más velocidad en el intercambio de informaciones y se exige menos tiempo para tener que procesarlas. Nuestro cerebro se ha convertido en un drogadicto de la información rápida, en un adicto ávido de continuos datos que ingerir, de ser posible que fueran pensados y analizados por cualquier otro cerebro para no tener ya que hacer el esfuerzo de tener que pensar y fabricarnos una compleja y contradictoria opinión propia sobre cualquier cosa. Nosotros solo queremos respuestas rápidas y fáciles de digerir, aunque sean las más descabelladas.

320Probablemente todo lo expuesto hasta ahora no es lo que querías escuchar. Para emprender una transformación profunda de nuestro mundo, para iniciar una auténtica Revolución que cambie todo y nos lleve a una realidad mejor, dicen que deberemos descender hasta las profundidades de nuestra psique en donde están en marcha todos los mecanismos que determinan nuestras acciones y movimientos futuros para así quitarles el moho primero y repararlos después. Como acabamos de ver, la información y la verdad ya no tienen ninguna importancia, porque nuestros mecanismos de respuesta están muy averiados y hay, pues, que abandonarlos o repararlos. Siempre nos dicen que no hay revolución posible sin una transformación profunda de nuestra psique a nivel individual. Pero este argumento es muy viejo y, aparentemente, ya inútil. Pensar que toda la población mundial esté dispuesta a hacerlo no es solo una utopía sino una simple fantasía imposible de lograr. Es la zanahoria que agitan delante nuestro los gurúes de cualquier especie desde que el mundo es mundo. No quiero que pienses que creo que estas personas individuales que logran reparar su psique sean unos farsantes o idiotas haciendo trabajo inútil, para nada, ellos tienen un rol muy importante en estos tiempos que corren; bombardearnos con la verdad y ejecutar acciones que nos inspiren tanto como podamos. Por suerte el universo tiene sus propios planes, y es Plutón en Capricornio quien viene a recordárnoslo sacándonos del ilusorio individualismo. Nuestro cerebro es una máquina maravillosa, sí, y funciona por sí mismo procesando cantidades y cantidades de información detrás de bambalinas sin que nos demos cuenta, sincronizándose al mismo tiempo con los otros cerebros en niveles que no nos son del todo evidentes, procesando nuestro destino como especie. En algún momento, y no muy lejano creo yo, concluirá ese mega-procesamiento de información global y la respuesta nos será develada. Esa energía destruirá todo lo viejo y entre la furiosa tormenta de escombros incandescentes tras el estallido, en un prodigioso salto nos lanzará de lleno hacia el futuro. De eso se trata finalmente la Era de Acuario, y nuestro amigo Plutón ha venido a inaugurarla.