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Herederos de la noche: Breve Historia y Evolución de la Astrología

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Los orígenes de la Astrología se pierden en un pasado en donde no existen registros escritos de nada, solo pictogramas aislados o grupos gráficos que denotan un saber y un uso, pero no una explicación. ¿Qué sabemos del origen y la evolución del regio arte hasta llegar a nosotros?
Alejandro Fau | Herederos de la noche: Breve Historia y Evolución de la Astrología

Sobre el origen se prefiere especular con que el hombre primitivo en algún momento comenzó a seguir el ciclo lunar para contar las estaciones y así prever las siembras y cosechas y la época de parición del ganado, cuando fue un poco más organizado que una pandilla de monos que andaban de aquí para allá buscando el diario sustento, y que luego, de aburridos nomás, fue que miraron las estrellas mientras cuidaban sus cabras y descubrieron que algunas erraban por el cielo y las bautizaron “Planetas” (que significa Vagabundo en griego)... Que más tarde llamaron con sonoros nombres a los grupos de estrellas que les servían de fondo y en ellos trazaron figuras para contarse historias fantásticas antes de dormirse, pues no había televisión ni Gran Hermano ¿saben? y que etc., etc., etc... ¿Pero eso está escrito en algún sitio, documentado en algún libro antiguo o sagrado, siquiera como un dogma de fé en alguna religión o algo así? No, de ninguna manera, eso es solo teoría, una especulación cómoda que evita preguntas indiscretas, y que apartan las miradas echando sobre ello un piadoso manto de “posible” sobre todo el asunto… lo que no es para nada lo mismo que decir “probable”, claro está.

El principal cuestionamiento a esta hipótesis, que esgrimen la mayoría de las corrientes astrológicas como cierta, es que eso está muy bién para una sociedad de tipo sedentaria que cultiva la tierra y cría ganado y es cuasi “civilizada”, pero… hay algo llamado sentido común que podemos oponer a ello. Cuando sólo eramos bandas de homínidos que se desplazaban por la llanura nosotros ya sabíamos, y bastante, del cielo. Porque para llegar a ser sedentarios debimos encontrar primero sitios propicios a los que regresar por temporadas para las recolecciones previstas de determinados frutos o alimentos, o lugares en los que eran propicios la caza o la pesca en determinada estación, y para ello debimos aprender a “navegar” de algún modo para ir de un sitio a otro en plena noche, porque viajar de noche siempre es más seguro cuando no se tienen garras ni colmillos afilados y solo poco más que “astucia” para oponerse a ellos… y qué mejor instrumento para navegar que el mismo cielo. El cielo es el instrumento de navegación más antiguo y más preciso del que tengamos memoria. Y, por lo demás, los monumentos megalíticos, petrogrifos y pinturas de orden simbólico referidas a las cuestiones del cielo con milenios de antigüedad a cualquier asentamiento de orden permanente del que tengamos noticia, tornan a esta hipótesis tan disparatada e infantil como cualquier otra que pudiera inventarse en el apuro de querer eludir a la pregunta.

Allá por el 350 AC., en tiempos de Alejandro Mágno y de la fundación de la ciudad de Alejandría por éste, Catón nos relata que en su entrevista con los Sacerdotes Caldeos, éstos le habían dicho que la astrología era un regalo que habían hecho los dioses a los hombres, y que había llegado a la tierra con ellos junto con su reinado hacía ya 430.000 años. A primera vista este detalle nos resulta tan sorprendente como increíble, ya que nuestra ciencia moderna nos dice que por aquella época el homo sapiens no solo no existía, sino que el antecesor más cercano en su linaje era apenas poco más que un mono, pero en fin, esta afirmación nos dice que fue allí cuando la astrología llegó a la tierra y no cuando nosotros la aprendimos, o cuando nos la “regalaron” según afirma el sacerdote citado por Catón... Aunque no deja de inquietar la afirmación de un modo tan liviano por parte del griego, sobre que la Astrología sería un conocimiento que fue introducido por una civilización extraterrestre. Al viejo sabio no se le presentó ningún documento o prueba de algún tipo que pudiera legarnos para corroborar su historia, y por ello debemos considerar el asunto, hasta aquí al menos, solo como un inquietante rumor. 

Pero vayamos lo más atrás posible en nuestra investigación del origen y práctica de la Astrología con los datos que nos aportan los antropólogos y los arqueólogos, sin por ello caer en el facilismo fabulero que esgrimen algunos fanáticos, ni en la aridez de la enumeración de fechas y objetos encontrados librados de todo contexto, que finalmente conducen a nada, pero que esgrimen algunos catedráticos con el fin de aportar un tinte de seriedad a sus estudios. Pretendemos aquí hablar de la historia de la práctica Astrológica y su evolución hasta nuestros días en el más amplio sentido de la palabra, englobando en ello lo que hoy día conocemos como Astronomía y las demás artes y ciencias del cielo… más, como astrólogos que somos, utilizaremos la guía y el conocimiento que tenemos de ésta para orientarnos en nuestro propósito. Así pues, deberemos remontarnos allá por el 8.000 antes de nuestra Era para dar comienzo a nuestro relato, a la Era de Cáncer para ser más precisos, pués es precisamente en Cáncer donde todas las cosas “encarnan”…

Durante el período inicial de desarrollo humano de nómadas y trogloditas (durante y después de la era glaciar, hasta aproximadamente el 8.000 a.C.), no puede hablarse propiamente de astrología. En esta etapa y desde el punto de vista de la concepción espiritual, el ser humano es animista y en consecuencia, está orientado a la experimentación esencial de su entorno directo de una forma irracional. En Europa y en el norte de América se han encontrado dibujos en piedras con diferentes representaciones de la Luna pertenecientes a esta época que permiten concluir que, de todo el amplio cielo, por lo menos la Luna había penetrado en la conciencia del ser humano. Conceptos como «la cara de Luna», «hijo de la Luna» y otros que hoy todavía reconocemos y resuenan en nuestro inconsciente, muestran el modo de experimentar animista: «la Luna es un ser como yo»…

Aproximadamente a partir del 8000 A.C. el ser humano se vuelve sedentario, las culturas colonizadoras aumentan considerablemente en diversas regiones (construcciones lacustres sobre palafitos y pueblos rodeados por empalizadas comienzan en éste período). La intervención del ser humano en la naturaleza empieza con la domesticación de animales y el cultivo de distintas plantas (culturas agricologanaderas). La condición previa para ello es el desarrollo del intelecto racional que le permite al hombre observar los fenómenos y las circunstancias de la naturaleza, compararlos y sacar conclusiones. El ser humano se hace consciente del Sol y de la Luna como elementos sobre los que no puede intervenir y de las fuerzas superiores de la naturaleza que gobiernan las distintas estaciones y el clima.

megalitosHacia el 6.500 a.C. hay un salto importante en el intelecto humano (estamos ya en la Era de Géminis) En esta época se produce el descubrimiento del movimiento norte-sur-norte del del Sol ascendente en el horizonte, y mediante la observación de las salidas del Sol y la Luna y la comparación de los cambios en la naturaleza durante las distintas estaciones del año se reconoce el equinoccio (día y noche de igual duración) de primavera (0º Aries) como inicio del gran ciclo anual (de este período datan los primeros sepulcros con líneas orientadas para apuntar los equinoccios, las alineaciones de piedras megalíticas, y los primeros intentos de un calendario lunar). Aparecen «videntes» que comprenden el lenguaje de las luces del cielo y se convierten en guías espirituales de los clanes y las tribus. Aparecen el culto al Sol y la Luna como una acción comunitaria que intenta lograr una comunicación con los poderes celestes.

Aproximadamente a partir del 4.000 a.C. (plena Era de Tauro) aparecen las primeras ciudades estado en el Indo, el Nilo, en Mesopotamia y en China. Con culturas megalíticas también en Europa (celtas) y en el norte de América, que promueven el levantamiento de gigantescas construcciones de piedra para la realización de mediciones (observatorios astronómicos) que al mismo tiempo son lugares de culto astral. Los sacerdotes, druidas y chamanes crean una clase espiritual dirigente cuyo instrumento mundano son los reyes-dioses (o Jefes de Estirpe Celeste). En esa época, a partir de la observación de los eclipses, se produce el descubrimiento de la línea nodal, lo cual proporciona una posición de absoluto poder a los sacerdotes debido a que les ofrece la posibilidad de predecir los eclipses. En este período también tiene lugar la primera delimitación y dibujo de las regiones celestiales (las cuatro grandes constelaciones estacionales, cada una de las cuales comprende un cuarto de la bóveda celeste).

A finales de ésta era, en el área celta y germánica (Europa), después de la construcción de Stonehenge (datada hacia el 1900 a.C.) se produce una interrupción brusca del desarrollo de la astrología. Lo que continúa su desarrollo, como una especialidad en el área celtica, es la «geomancia» de los druidas, que partiendo de los observatorios megalíticos existentes (centros de poderosa fuerza astral), crean nuevos y mágicos «lugares de poder» (a menudo sin referencia a las estrellas) y trazan una red de líneas de fuerza basada en triángulos denominadas actualmente como líneas de Lay (líneas que continúan siendo percibidas hoy en día por algunas personas sensitivas). En el resto del mundo antiguo, durante este período, el ser humano comienza paulatinamente a considerar el cielo como un espacio perteneciente a los dioses (siendo “encarnación” de éstos los planetas, estrellas fijas y las constelaciones). Éste es el paso espiritual decisivo hacia la verdadera astrología que otras culturas como la hindú, la celta, la egipcia y la china nunca llegaron a dar de forma totalmente consecuente. Es aproximadamente a partir del 3500 a.C. donde surge la astronomía orientada a la elaboración del calendario: los sumerios descubren los solsticios y la trayectoria del Sol (eclíptica), y diferencian al menos ocho constelaciones zodiacales (que reciben el nombre de «casas celestes»). Catalogan las estrellas fijas más brillantes, y elaboran las primeras predicciones del tránsito de Venus por delante del Sol. Sobre el 2400 a.C., debido al desplazamiento de la constelación otoñal de Escorpio, los sumerios descubren la precesión de los equinoccios y lo compensan creando una nueva constelación separando las pinzas del escorpión: nace así el nuevo signo de Libra (al que denominan Zibanitum). 

zodiacHacia el 1.900 a.C. (durante la Era de Aries) tenemos la primera utilización documentada de la astrología horaria y eleccional con el Ascendente como punto de referencia (ora skopeo - horoscopoi = mirar la hora). Las posiciones cercanas al horizonte este del Sol, la Luna, Venus y de las estrellas fijas más brillantes, son interpretadas como respuestas de los dioses a las preguntas respecto al bienestar de la comunidad (comienza la interpretación de presagios). Estos conocimientos se utilizan exclusivamente para acontecimientos colectivos, es decir, dentro del marco de lo que hoy se denomina astrología mundana. En Egipto, a partir de la observación de la salida de la estrella Sirio, se determina que la duración del año sidéreo es de 365 días (llamado año de Sothis). Las subidas del Nilo, tan importantes para el riego de sus campos, se producían de forma regular alrededor del 20 de julio, coincidiendo con la posición de salida del Sol (denominada «emergencia de Sirio del brillo irradiante Solar»), constatándose su periodicidad anual. Extrañamente, la constatación de este hecho no conduce al desarrollo de un calendario solar (sólo se continúa con el cálculo de los decanatos sin abandonar el calendario lunar). El desarrollo de la astrología en Egipto se detiene en este punto hasta que, en el siglo II a.C., los griegos importan su propia astrología, que estaba mucho más desarrollada.

A partir del 1700 a.C., los babilonios recogen la herencia de los sumerios, descubren poco a poco los restantes planetas y anotan cuidadosamente sus posiciones y movimientos. Esto lleva a sencillos y todavía bastante inexactos intentos de cálculo de las posiciones de los planetas en base a numerosas adiciones, ya que suponían que las órbitas eran circulares. En esa época ya se conocen once constelaciones zodiacales, pero al incorporar el “conocimiento secreto” de los sumerios se eleva a doce (la actual constelación de Libra todavía se consideraba incluida en Escorpio, formando las «pinzas del escorpión»). Alrededor del 1000 a.C. en China se emprende un cuidadoso modelaje astronómico del cielo. Se descubre una supernova y distintos cometas, y se observa y registra repetidas veces el planeta Urano sin reconocerlo como tal. Se producen aplicaciones parecidas a las de la astrología de presagios pero exclusivamente con la Luna. No obstante, no puede hablarse del desarrollo de una verdadera astrología en el sentido profundo. En su lugar, aparece un complicado mecanismo de cálculo derivado del sistema del I Ching hasta que, en el 1400 d.C., los jesuitas introducen la astrología occidental con la que finalmente se mezcla. 

planetSobre el 700 a.C., sacerdotes babilonios elaboran el «Mul Apin», una enorme colección de reglas astrológicas (aproximadamente 30.000 tablas de arcilla) que contiene conocimientos que se remontan al período de los sumerios (2200 a.C.). Alrededor del 500 a.C. se calculan las primeras efemérides Venus (con exactitud de grado) para 20 años. También se realizan las primeras aplicaciones de la astrología para individuos, no obstante, sólo para dirigentes y sumos sacerdotes, con fines de selección. Ya sobre el 600 a.C. empieza el particular desarrollo de la astrología hindú. Inicialmente ésta asimila el fondo del saber babilónico, pero después evoluciona de una forma independiente a la de occidente (Mesopotamia y Grecia), llevando a cabo una tercera fase de su desarrollo que finalmente (y aproximadamente a partir del 800 d.C.) permanece en el dilema entre el zodíaco de las constelaciones (sideral) y el zodíaco solar. Durante ese tiempo se convierte en una parte sólidamente integrante de la vida cotidiana de la cultura hindú. No obstante, y probablemente debido a esa vulgarización, adopta una fuerte tendencia determinista. 

Ya en el 400 a.C. se había impuesto el zodíaco solar independiente de las constelaciones (el zodíaco basado en las estaciones del año, dividido en 360º y doce signos). Sobre el 450 a.C., los babilonios son quienes elaboran el primer horóscopo personal y comienza con ello la astrología individual (o astrología natal), y es el inicio de la interpretación del carácter. Entre el 300 y el 100 a.C., los griegos, herederos del saber de los babilonicos-caldeos, descubren la forma esférica de la Tierra y calculan la precesión de los equinoccios por su propia cuenta (Aristarco de Samos e Hiparco), y surge el primer horóscopo con casas incorporadas (cuyo descubridor nos es desconocido y hasta ahora un gran misterio debido al aporte que representa). Se trata de un sistema de casas iguales: las casas tienen todas 30º y están calculadas a partir del punto Ascendente. 

ptolomeoEn el siglo II d.C., (en plena Era de Piscis) en su obra Almagesto, Ptolomeo demuestra aritméticamente que el horizonte y el meridiano no siempre son perpendiculares entre sí, lo cual en los siglos siguientes lleva al desarrollo del primer sistema de casas desiguales (introducido por Porfirio en el 270 d.C.). A partir de ese momento están disponibles tanto la estructura global de la astrología, como todos los elementos fundamentales del horóscopo. Este fondo de conocimientos matemático-astronómicos y de reglas de interpretación (verificables en Manilio y, sobretodo, en Ptolomeo) puede definirse como Astrología Clásica (ya que no hay más cambios en su sustancia). Lo que se añade después, y hasta finales del siglo XIX, si bien cuantitativamente es mucho, en lo esencial son sólo más precisiones, perfeccionamientos y especializaciones, y pueden agruparse bajo el término de Astrología Tradicional.  Hasta el 300 d.C., la astrología personal experimenta una creciente popularidad, primero en amplios círculos de Grecia (la primera escuela de astrólogos documentada fue fundada en la isla de Cos, hacia el año 260 d.C.) y después, en el imperio romano. Muy pronto empieza a ejercer influencia en la política de los césares (que se servían de los «caldeos») y, por otra parte, sale por primera vez a la calle (astrología vulgar). En este período, hacia el final del imperio romano, se produce también la primera persecución de la astrología. Después, en la zona europea, queda prácticamente diluída en la nada hasta la edad media. Hasta el siglo XII, la astrología sobrevive en las cortes de sultanes y califas del mundo árabe. Los astrólogos árabes tienen una fuerte orientación matemática y astronómica. Esto les permite desarrollar métodos de cálculo más exactos para los planetas y son los primeros en calcular sistemas de casas realistas (sistemas de casas desiguales de Alcabitius y Ben Ezra entre otros). Pero también son los descubridores de toda clase de elementos de interpretación artificiales, como por ejemplo, los puntos sensitivos (punto de la fortuna, punto de la muerte, etc...) que no tienen nada que ver con la realidad de la mecánica celeste. Su forma de pensar está fuertemente influenciada por las creencias del islamismo, es extremadamente determinista e incluso fatalista; de ahí el énfasis puesto en los métodos de predicción, en los que, sin duda alguna, desarrollaron una gran habilidad.

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A partir del siglo XII, y debido a la invasión musulmana de España, poco a poco, la astrología vuelve a recuperarse en Europa. En los siguientes siglos experimenta pronunciadas oleadas de éxito en diferentes momentos, pero fundamentalmente en la línea de predicción enfatizada por las corrientes árabes (por ejemplo: Nostradamus) y, tras el descubrimiento de la imprenta, principalmente en las distintas formas vulgares de adivinación para el pueblo llano (venta de calendarios y otros panfletos astrológicos). Este desarrollo lleva finalmente, en el siglo XVII (época de Morín de Villefranche y de Lilly), a una nueva fase de prohibición y persecución de la astrología y de los astrólogos, parecida a la del final del imperio romano. En aquel momento, la astrología fue finalmente perseguida por la unión de las fuerzas del César (política) y las del todavía fresco cristianismo (fe). Esta vez, eran la teología escolástica (la iglesia Romana) y la aún joven ciencia (ilustración) que si bien avanzaban por caminos separados, tenían un objetivo común: erradicar la superstición y la adivinación de la mente del pueblo. Las publicaciones astrológicas fueron cada vez más prohibidas y en algunos países, incluso se prohibió la actividad astrológica remunerada (por ejemplo: Alemania). Ante esto, la seriedad y la profundidad filosófica de famosos pensadores como Kepler, Newton, Goethe, etc., no pudieron hacer nada… la astrología entró en una fase de decadencia pública. 

Como el Ave Fénix que emerge de las cenizas, a finales del siglo XIX. La astrología experimenta un nuevo resurgimiento (iniciado en Inglaterra), y los que la propagan son espíritus distintos a los del pasado. El principal impulso lo da el pensamiento esotérico. Por ejemplo, Alan Leo y otros exponentes provienen de la sociedad teosófica que desde 1875, con su esoterismo libre-individualista y evolucionista, representan una perspectiva humanista que defiende que la persona es responsable de su propio destino. Y más tarde, debido a la influencia del fuerte desarrollo de la psicología profunda el período entre las dos guerras mundiales, aparecen los primeros exponentes de una Astrología Psicológica (Schmitz y Fankhauser), que rápidamente se apartaron del pensamiento determinista de la astrología de acontecimientos (astrología simbólica).

De forma paralela, se desarrolla una segunda línea del nuevo pensamiento astrológico que podría denominarse acertadamente: Astrología Científica, pues con ella se intenta llegar a una demostración científica de la astrología. En buena parte con medios científico-naturales, es decir, con ensayos y argumentos astronómico-físico-biológicos (desarrollados por Maag, Tomascheck y Landscheit principalmente) se intenta demostrar que los cuerpos celestes ejercen influencia en las circunstancias, sucesos y seres vivos de la Tierra (conocida en los medios académicos como Teoría de la Influencia). Parece ser que la ciencia actual dispone de los principios necesarios para ello, pero en ningún caso puede hablarse de una cadena de demostración cerrada. Un segundo grupo (exponentes como Krafft y Choisnard) emplea la estadística e intenta demostrar conceptos de perfiles de comportamiento psicológico con interpretaciones astrológicas. A este respecto, después de la segunda guerra, el matrimonio Gauquelin realizó un trabajo sobresaliente. Sin embargo, sus hallazgos científicos sólo han sido discutidos por algunos académicos, siendo descartada de inmediato a causa de los prejuicios que, aún hoy día, arrastra la ciencia. 

JungDespués de la segunda guerra mundial, se ha ido imponiendo de forma creciente la tendencia hacia una astrología basada en el humanismo y la psicología de la mano de exponentes como por ejemplo Thomas Ring, Dane Rudhyar y C. G. Jung, que sin duda, son la base que permitió el desarrollo de una astrología denominada actualmente como Astrología Humanista, o de la Nueva Era.