Sol: El lado oscuro del Rey.
Autor: Alejandro Fau

Recuerda siempre que eres solo una idea que arrastra a un cadáver.
Marco Aurelio.
Como Planeta, desde el punto de vista astrológico, por definición tiene ya y de por sí un otro con quien polarizar de un modo natural. Solo que ese otro, en el caso particular del Sol, no está manifiesto en el afuera. El Sol es el único planeta personal que polariza consigo mismo todo el tiempo. Un sabio chino dijo hace mucho que la noche estaba plagada de estrellas y todas diferentes entre sí, pero unidas por un algo que es igual para todas ellas llamado oscuridad. Lo mismo sucede al Sol. El tuyo, el mío, el nuestro, depende del nivel de realidad en el que hablemos. Por un lado está el nuestro, esa estrella que brilla ahí y nos tuesta la piel desde el cielo. Su brillante luz nos hace olvidar y dejar de ver lo oscuro y frío a lo que debe su existencia. Mas la nuestra, nosotros se la debemos a él. Es la estrella dadora de la vida, sin ella nada de lo que conocemos vivo existiría. De su misma sustancia estamos compuestos, a su imagen y semejanza (desde la química, digo). Pero también hay otros muchos soles, mayores y menores, como en la música.
El Sol es el Símbolo de “identidad” y “unicidad” por excelencia. De allí su triple regencia sobre el signo de Leo. En el plano psicológico desempeña varias funciones escalares dependiendo del grado de desarrollo del individuo. De su primer Regencia (la natural) en Leo, decimos que trata del conciente del hombre común, su grado de estar, o no, despierto en el mundo, ese a quien sucede la cotidianeidad del día a día. En su nivel psicológico más bajo representa al Ego, el yo, ese a cuyo nombre están tus documentos, tu casa y tu automóvil. Ése que pone la cara por tí ante todos todo el tiempo, ése que firma por ti, y ése que también te confunde y miente haciéndote creer todo el tiempo que él, eres Tú. ¿Te parece mucha oscuridad para venir desde una estrella? También es un planeta y de él hablamos, y de su propia oscuridad.
La mitología solar abunda en ejemplos de lados oscuros. En las diversas creencias religiosas, el conocimiento esotérico de una estrella “rebajada” a la categoría de un planeta por el astrismo, se plasmó en la figura alegórica del ángel caído. Una figura celestial precipitada en la desgracia. Para la iglesia católica romana por ejemplo, la sombra de Jesús (su Figura solar por excelencia) es el Diablo (su propia oscuridad). En el antiguo Egipto, Osiris (el Sol del día) tenía como contrapartida a su hermano Set (la oscuridad de la noche). Se dice que hay tantos demonios como pecados hay por cometerse, pero todos son aspectos o vicios, de la misma oscura entidad. Esto se ha representado como la corte de los infiernos en las diferentes teologías, a imagen y semejanza de aquella celestial plagada de Querubines, Arcángeles y Tronos que habita el cielo. La tradición judeocristiana está repleta de ellos: Azazel, Dagon, Baal, Satán, Bael, etc.
En los distintos niveles evolutivos de la conciencia, el Ser adquiere cada vez una mayor capacidad de comprensión e inclusión en la totalidad que lo abarca, al tiempo que lleva consigo una depuración más sutil de su sombra; aquella que es la que lo separa del resto como una piel, y que le da unicidad propia en el mundo. Esta incluye la función egoica con todos sus ángeles y demonios, ya sea estuvieren ellos dominados o no. Pero en la naturaleza pura no hay bien ni mal, el universo se desenvuelve libre de estas cuestiones pues está más allá. Por tanto algo bueno deben de tener esos Demonios en su esencia, tanto como de malo tendrían los propios Ángeles.
Acertadamente el lenguaje informático ha denominado “demonio” (daemon) a los programas residentes que ejecutan las tareas repetitivas en las computadoras liberando al núcleo del sistema de esa denigrante y aburrida tarea, dándole más tiempo para atenderte a ti y a tus requerimientos. Imagínate un pequeño demonio agazapado en la puerta de tu casa, preguntando cada quince minutos a la oficina de correos si hay algún mensaje para ti. Esa es su tarea, y está feliz de hacerla. Eso mismo sucede mientras lees esto dentro de tu PC. Hay un demonio que ejecuta esa tarea por ti y nunca lo olvida, y eso tiene su utilidad y su mérito, aunque no por ello es un demonio redimido. Pues bien, lo mismo sucede con nosotros, los demonios que lleva el Ser. Son los diferentes aspectos del ego, las máscaras del yo. Recuerda que persona y personalidad, derivan del griego: personae, aquello a través de lo cual se resuena, y los griegos se referían muy específicamente al tipo de máscara que se usaba en el teatro por medio de la cual amplificaban la voz. Al personaje, y no al actor o al autor.
Imagina un Robot. Una máquina programable, capaz de realizar por sí misma cuestiones básicas como buscar refugio, mantener sus baterías cargadas, protegerse de las amenazas potenciales, etc., y otras muy diversas tareas de un modo muy complejo y preciso, dependiendo del software que nosotros mismos le instalemos. Desde el punto de vista biológico esto sería como un animal susceptible de ser amaestrado. Pero antes de instalar cualquier software en la computadora central de nuestro Robot, debemos instalar primero un Sistema Operativo (como Windows, Linux, osX, etc.) para que haga de intermediario entre nosotros y la máquina. Porque verás, las máquinas sólo hablan el lenguaje de las máquinas, y en ese idioma es muy complejo, largo y engorroso estar a mano tipeándole instrucciones para lograr lo mismo que haces con un simple “click” del ratón, así que resulta más rápido que otro traduzca tus clicks a millones de instrucciones por segundo. Desde el punto de vista psicológico, este sistema operativo se llama yo-ego, y desde el punto de vista biológico se llama al animal: humano. El yo-ego es a través del cual el Ser (el Usuario, en lenguaje informático) interactúa en y con el mundo que lo rodea.
Pero hablemos un poco más de este pequeño y mezquino Sol, y de cómo y por qué polariza. Es inevitable que cada cosa tenga su contrapartida para poder ser manifiesta en el mundo. Es imposible concebir a un Dios sin un Diablo, porque no podríamos definirlo si no fuese así. El Bien no sería posible sin la existencia del Mal. Es básico. Las cosas se explican por su contrario. En caso de esta luminaria, su contrario, su sombra, sólo es visible bajo una luz más potente. Pero el Sol, a simple vista en una carta, es quien más brilla. De allí que erróneamente se suponga que el Sol no polariza pues solo vemos su fulgor en el plano. Pero para ver una polaridad, hay que elevarse por encima del plano de los planetas para comprender su ínter dinámica bajo una nueva mirada y una nueva luz. Digámoslo así, desde el punto de vista psicológico, en el Ego su sombra sólo se hace visible bajo la luz del Sí-mismo. La “sombra” es su inconciente solar (personal), aquello que se niega a iluminar de sí aún para sí. Eso acrecienta su heredada Sombra instintiva, y constituye su propio Diablo.
Este Ego-Sol de la primer regencia, arrastra consigo la sombra del instinto de supervivencia del animal que le sirve de cuerpo (su traje mamífero), algo que por temores heredados no superados aún, le impiden dejar de ser él quien de las órdenes y lleve el control. Le cuesta mucho delegar el mando, se niega de plano a hacerlo aún a sus superiores, y la mayoría de las veces lo logra pues es también un Diablo muy, muy astuto. Con sus artilugios y mañas confunde sus pensamientos con los tuyos, sus sentimientos con los tuyos, sus ideas con las tuyas, para lograr su objetivo de permanecer al mando todo el tiempo. Como dijo Chales Baudelaire en Letanías a Satán: “La mayor astucia del diablo consiste en convencernos de que no existe” De este modo es que logra hacerte creer que él (la herramienta) eres Tú (el usuario). Haz escuchado su voz en tu cabeza tanto tiempo, que llegas a creerlo.
En un plano más elevado de regencia, la esotérica, la segunda de Leo, que es la llamada senda del discípulo, psicológicamente está asociada con el Sí-mismo. Un plano del Ser en donde el ego-función aprendió que el Rey sirve al pueblo, no se sirve de él. Este nuevo estadio del Sol, el del Sí-mismo, se sirve de las particularidades de su ego (sus demonios en concreto) para llevar a cabo la tarea de revelarse como integridad en el mundo. Ese ego es una depurada sombra que arrastra el Ser en este plano, la misma que le permite brillar más velando menos en el mundo de la materia. Pero a cambio de todo esto es que se le arrebata también el centro. ¿Qué? ¿Piensas que esto es malo? Puestos en el plano del Sistema Solar, y del Sol como estrella, ella no es exactamente el centro del sistema. Puesto que las órbitas son elípticas, el Sol ocupa sólo uno de los focos dentro de ellas. Aún así, todos los planetas giran a su alrededor manteniendo su armoniosa danza desde hace miles de millones de años. El otro foco lo ocupa la oscuridad. Aparece aquí, en este plano del Ser, la llamada conciencia Solar auto integrada, o que otros llaman Crística, en donde el Ser puede captarse en su totalidad física y sus canales de interacción con el mundo por medio de los que manifestarse (sus demonios satélites), y como parte de un algo más grande que por definición lo excede y a lo que aspira.
Para graficar el próximo nivel de regencia solar en el signo, la jerárquica y tercera de Leo, llamada la de la senda del iniciado, usaremos la evolución de nuestro humano y científico conocimiento del centro del universo en el que estamos hoy día. Al principio creíamos que nosotros, la Tierra, éramos el centro de todo el Universo, más luego la realidad copernicana dijo no, y creímos que entonces el Sol lo era. Más tarde descubrimos que estábamos en una galaxia, con miles de millones de otras estrellas, muchas más grandes y bonitas, y que del centro de la galaxia estábamos entre bastante y muy alejados y que, comparados, brillábamos menos que un foquito de 25 W. iluminando un patio que mira a un descampado. Más tarde supimos que la galaxia entera giraba en torno a un Cúmulo de ellas, que a su vez giraba en torno de un Supercúmulo de Cúmulos de ellas, y que todo se súper súper giraba en otros Mega Cúmulos de Supercúmulos, y que todo se dirigía a una velocidad tremenda hacia un ultra mega hiper centro llamado el Gran Atractor de Virgo… y que ese Centro, el verdadero Centro por ahora, quedaba muy mucho más allá de nosotros, y que era tan oscuro que no podía ya ni verse dentro... Así que mejor lo dejaremos para otra ocasión, y nos enfocaremos solo en aquellas que cotidianamente son las dimensiones más cercanas de ésta energía.
El Diablo Solar del primer plano, como ya dijimos, es la sombra animal que arrastramos desde que tenemos cuerpo y que se llama “instinto”. El “instinto” constituyó históricamente la primer imagen del Diablo a la que combatir, y está presente en todas las religiones primitivas del mundo. Dominar el instinto fue la condición que nos permitió llegar a vivir en sociedades cada vez más complejas y desarrolladas hasta llegar a nuestros días. La aceptación de esos primarios límites y prohibiciones sobre nosotros y nuestras acciones en pos de la sana convivencia, fueron prioritarios para la posterior complejización de un sistema de legalidad individual en todo sentido. Dentro de la conciencia individual egoica, éste es su Diablo, una buena caja de herramientas si es que se sabe usarla. La aspiración en éste plano que tiene el Sol por superarse, es la imagen de Saturno, un “planeta” más desarrollado y dueño de La Ley. Recuerda que en la pirámide Caldea allí el Sol también está en el medio de la escala y no en su cúspide. Para ascender en su anhelo, el Ser debe desarrollar sus cualidades guerreras (la energía marciana) sobre sí mismo primero.
El antropólogo Carlos Castaneda nos informa que Don Juan Matus, un indio mexicano que lo inició en el mundo de los brujos, sostenía que el acecharse a sí mismo es lo que volvía a un guerrero impecable. A la luz de este sabio consejo, una vez dominado el instinto entonces, debiera el Sol de este plano (el del yo-ego) acecharse y borrar su sombra revelándose en su totalidad para sí mismo con el fin de transformar en herramienta todo mecanismo, y así poder avanzar en su evolución conciente hacia el Sí-mismo. Algo que los Caldeos sabían hace milenios. Tengamos en cuenta que en la antigüedad, este conocimiento constituía un misterio y como tal, era accesible a muy pocos. Fue recién a principios del siglo XX que la psicología llega a poner en evidencia a esta entidad que denominamos ego para todos a nivel consciente. A partir de allí es que comenzamos a percibir una totalidad interior que configura nuestro verdadero Ser, la que es increíblemente más grande que aquella desde la cual miramos, y hacia la que comienzan a dirigirse todos nuestros esfuerzos por superarla. De esa misma época es que se multiplican por millares los adeptos a las denominadas “corrientes espirituales” de todo tipo y origen sin discriminación. Algo que, sin duda alguna, supo aprovechar nuestro Diablo apenas descubierto.
Aprovechando el actual tránsito de Plutón, recordemos que la última vez que transformamos nuestra estructura profunda externa e interna, fue durante el período denominado iluminismo, y que Neptuno estaba en Leo dándonos como trasfondo la creencia de que el Ego era lo más importante de todo. De allí hasta aquí arrastramos como sociedad esa idea, la que por cierto constituyó una gran ventaja evolutiva para todos. Pero fue así que de pronto el mundo se llenó de Maestros y Gurúes iluminados que prometían, cual mercaderes de tónicos milagrosos, la trascendencia de éste primitivo estado de ser, a cambio de algunos buenos billetes; y sus Diablos lo consiguieron, de pronto se volvieron muy ricos y famosos. La gran mayoría de ellos desapareció víctimas de ser demasiados únicos enviados, otros los reemplazaron y aún pululan por ahí, más nunca lograron lo que ellos prometían darte, para si mismos. Su aparición es un efecto colateral previsible dado el contexto cultural, pero también fue muy dañino para la conciencia individual. Pues en su trayectoria lograron convencer a muchos de que ese tema del ego, ya lo habían superado, transformándolo, de ése modo, en otra falsa creencia, otro engaño del yo.
Pero lo importante fue que, a partir del “descubrimiento” de Ego por la psicología, ese pequeño sol del que hablaban los antiguos sabios, es que pudimos reconocerlo como contrincante (Satán) en tanto Diablo. Es en ese batallar con el propio Diablo, lo que lleva a descubrir al Ser su verdadera naturaleza luminosa. El primer nombre que tuvo el Diablo como imagen polar de Dios en el cristianismo primitivo fue Lucifer, cuyo significado es: “el portador de la Luz”; más tarde, éste fue reemplazado por el Concilio de Nicea convocado por Constantino II en el siglo IV por Satán, o Satanás, que significa simplemente “adversario” o “enemigo”. Es por eso que no se debe olvidar nunca que este enemigo se encuentra en el lugar en donde jamás lo buscarías, dentro de ti mismo; y si lo buscas allí, debes recordar que tratará de engañarte, de hacerte creer que él no existe. Pero desde hace mucho ya que es muy fácil de reconocerlo, según nos dice Goethe, en Urfaust: “El Diablo es el que dice No”