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Nuestro Cerebro se Inventa la Realidad

Nuestro Cerebro se Inventa la Realidad
"Necesitaríamos un cerebro del tamaño de un edificio para percibir fielmente la realidad. La cámara de un teléfono móvil tiene mayor resolución que el ojo humano, pero el cerebro recurre a trucos para lograr una imagen más nítida y detallada, aunque menos fiel a la verdad." Esta neurocientífica española de renombre internacional, nos dice que somos nosotros quienes nos inventamos el mundo y que éste, se parece bastante poco al real.

por Pilar Quijada (Madrid)

Susana Martínez-Conde nació en la Coruña y se doctoró en la Universidad de Santiago. En la actualidad dirige el laboratorio de Neurociencia Visual del Instituto Barrow (Phoenix, EEUU). Esta neurocientífica de renombre internacional ha visitado esta semana Madrid invitada por la Universidad Europeapara impartir una conferencia sobre “Los engaños de la mente” en el "Aula Europea de Psicología”. La mayor parte de lo que percibimos es una ilusión, asegura, trucos del cerebro para hacer frente a sus limitaciones “técnicas”.

Para esta neurocientífica los magos son manipuladores natos de la atención y la consciencia, una teoría aparentemente frívola que sin embargo ha merecido un hueco en la revista "Nature Rewiews". Y es que, dice, la magia es un arte de los más académicos. Durante el minuto que dura un truco los magos manipulan nuestra atención recurriendo a esos puntos débiles del cerebro para apilar una ilusión tras otra, y hacernos creer que incluso las leyes físicas quedan abolidas de forma mágica.

 

Martínez-Conde

-¿El cerebro se inventa la realidad?

-El cerebro inventa la mayor parte de la realidad, porque a pesar de ser una estructura complejísima es también muy limitada. Cualquier cámara de móvil tiene mayor resolución que el ojo humano. Tenemos un millón de fibras en el ojo y eso hoy en día en una cámara de fotos no es nada. Sin embargo, nuestra visión es mucho más nítida y detallada que la de la mejor cámara. Eso se debe a que no nos basamos sólo en la información que registramos. El cerebro está muestreando puntos de información crítica de la escena que nos rodea, los que tienen mayor contenido de información. Pero quedan muchos huecos que rellena mediante un proceso activo de construcción de nuestra percepción visual que se corresponde bastante bien con la realidad, pero no perfectamente. Y cuando no se corresponde bien, hablamos de ilusiones.

-¿Cómo rellenamos esos huecos?

-Y el proceso de rellenado que todos experimentamos es el que tenemos con el punto ciego. Y eso es fácil de hacer extendiendo de los brazos, juntar los pulgares y extender los índices hacia arriba. Cerrando el ojo izquierdo, miramos la uña del dedo izquierdo prestando atención al dedo derecho. Al hacer esto, el extremo del dedo derecho desaparece, pero podemos ver lo que hay detrás. En este punto ciego no hay información, pero no vemos un agujero negro, sino que el cerebro toma la información circundante y rellena ese punto ciego y vemos lo que hay detrás.

-Decía que la atención es algo que manejan muy bien los magos. ¿Manipular la atención durante un truco de magia es más fácil que estudiarla en la laboratorio?

-Depende. Hoy los magos tienen ventaja en el sentido de que van muy por delante de la investigación, porque la magia como espectáculo tiene por lo menos dos mil años de antigüedad. Y han tenido tiempo para refinar esta manipulación. La neurociencia cognitiva sólo tiene unas décadas. No creo que sea más difícil investigar la atención que manipularla. De hecho, una parte puede ayudar a la otra, en un proceso de mutuo beneficio. Muchos de los conceptos novedosos en ciencias cognitivas, como la ceguera al cambio o la ceguera por desatención, los magos los conocían desde hace mucho tiempo. Nosotros hemos estado de alguna manera reinventado la rueda y llegando a conclusiones que los magos ya sabían.

-Hace unos días se publicó en “Nature Neuroscience” por qué no somos capaces de percibir los errores de continuidad en la películas. Al parecer el cerebro ignora los cambios que ocurren en dos escenas muy muy próximas en el tiempo, del orden de segundos...

-Se solía considerar que las ilusiones eran errores de la percepción, pero nos estamos dando cuenta de que no son la excepción sino más bien la regla. Y no son errores de por sí. Sino que representan mecanismos intrínsecos a nuestra percepción. Por ejemplo en la ceguera al cambio, la información cercana en el tiempo la consideramos como fija. Eso representa una ventaja evolutiva, porque el cerebro está muy limitados por su tamaño, el número de neuronas que tenemos, las conexiones entre ellas. Necesitaríamos un cerebro del tamaño de un edificio si tuviéramos que representar la realidad tal cual es. Es una ventaja tomar este atajo y pensar que lo que ha ocurrido hace poco es fijo. Es algo que ahorra recursos necesarios para enfrentarnos a lo que va a ocurrir en el futuro, que esto si es crítico para la supervivencia.

-Pensar que esta percepción sesgada tienen una ventaja evolutiva resulta contraintuitivo...

-Sin ella no existiríamos. Nuestro cerebro no habría podido desarrollarse de la manera que lo ha hecho si tuviéramos que estar saturados procesando información trivial. En primer lugar hay una falsa percepción de que la evolución nos ha llevado a la cúspide de la perfección en procesos mentales. Esto es falso. La evolución no maximiza nuestras capacidades. Simplemente nos proporciona capacidades suficientemente buenas para sobrevivir y transmitir nuestra herencia genética a la siguiente generación. Maximizar requiere más recursos y energía, dos limitaciones del cerebro. Y en la vida diaria, centrar la atención en algo concreto y suprimir el resto de los estímulos para no dispersarnos nos permite hacer descubrimientos y avances.

-Sostiene que no es cierto que podamos hacer dos cosas a la vez, ni siquiera las mujeres, como se suele bromear...

-No, no podemos, salvo que se haya automatizado o robotizado una de ellas. En el ámbito de la neurociencia hablamos de comportamientos zombis, porque no requieren atención y se ejecutan como un reflejo. Pero si se trata de ejecutar dos acciones que requieran atención por separado, no se podrán hacer a la vez.

-Es curioso porque eso recuerda lo que dicen los buenos jugadores de baloncesto: que juegan bien cuando logran automatizar los pormenores del juego. ¿La maestría consiste en automatizar?

-Yo diría que consiste por un lado en automatizar, que sería un prerrequisito, y por otro en responder a situaciones emergentes novedosas. El jugador de baloncesto no solo tiene que jugar de manera automática sino que tiene que estar analizando lo que pasa en la cancha para poder responder. Pero el automatismo es lo que libera a su cerebro para atender a cosas relevantes en el juego, diferentes de cómo botar la pelota o cómo encestar. No podría ser buen jugador y dedicar su atención a aspectos más estratégicos si el automatismo no existiera.

-Eso supongo que ocurre en otras áreas como la música, el aprendizaje de idiomas...

-En todas. Yo me acuerdo del momento preciso, cuando fui a vivir a Estados Unidos, en que empecé a entender lo que me decían sin tener que traducirlo mentalmente primero. Hasta entonces no me daba tiempo en el curso de una conversación a traducir lo que me decían y elaborar una respuesta en español que después tenía que expresar en inglés. Esta traducción interna desapareció porque ya podía pensar en inglés, pues había automatizado el idioma y me podía centrar en la conversación.

-Decía que los magos, los artistas de la atención, deben tener muy automatizados sus trucos para que el espectador no los adivine. ¿Podemos adivinar las intenciones ?

-Todos somos telépatas, porque todos leemos el pensamiento de otras personas de acuerdo a su actuación: su mirada, lenguaje corporal, su tono de voz. Las neuronas espejo son las que nos permiten ponernos en la piel de otra persona y de acuerdo con sus acciones deducir lo que está pensando, porque es lo que tú pensarías. Este proceso que llevamos a cabo para adivinar las intenciones de otras personas no es muy diferente de lo que hacemos con nosotros mismos.

-¿Qué quiere decir?

-Muchas veces actuamos de una forma determinada pero no sabemos por qué. Y lo que hacemos es darnos una explicación buscando motivos. En retrospectiva interpretamos nuestras acciones en tercera persona, aunque no nos lo parezca así. Creemos que tenemos control sobre nuestras acciones y que todo es muy racional y coherente, pero no es cierto. Hay un experimento de un grupo investigadores suecos sobre la ceguera a la elección. Piden a los voluntarios que escojan entre dos fotografías femeninas la que les parece más atractiva.

Después vuelven las fotos del revés y, gracias al entrenamiento recibido de magos, intercambian las fotos en el proceso sin que los participantes se den cuenta. Entonces les piden que cojan la foto que habían elegido, que es en realidad la que rechazaron. Una gran proporción no se dieron cuenta del cambio, esto se denomina ceguera al cambio. Pero lo interesante es que les pidieron que justificaran su elección y lo hicieron, aunque no era la foto que habían elegido. Lo interesante es la fabulación, porque los motivos que están dando no eran los originales, ya que la foto es diferente. Eso significa que estamos interpretando nuestras acciones, estamos leyéndonos el pensamiento a nosotros mismos...

-Eso recuerda a los trabajos del cerebro escindido de Gazzaniga, en los que se justifican acciones, a través de lo que denomina el fabulador o intérprete: Los participantes no saben por qué han hecho algo ya que no hay comunicación entre los dos hemisferios cerebrales, pero dan explicaciones plausibles...

-No solo existe esta fabulación en el cerebro dividido. Todos estamos fabulando de alguna manera. Se puede concluir que cuando nos resulta muy difícil decidir entre dos posibilidades, como me caso o no me caso, da igual la decisión porque al final elijas lo que elijas vas a buscar una justificación.

-Eso lleva a un automatismo más inquietante todavía... ¿si nosotros nos damos una explicación de lo que hemos decidido, quién o qué ha tomado esa decisión?

-La tomamos nosotros. Pero la pregunta más inquietante quizás sería ¿quién es ese “nosotros”? o ¿hay varios nosotros?. ¿Hay varios yoes?. Esta también puede ser una cierta ilusión, que nuestra identidad personal pueda ser en gran medida fija. Y nuestro yo, esta unidad, en realidad, no lo sea tanto. Un tema que me gustaría abordar algún día es la progresión de la identidad a través de la vida de una persona. Porque hay también una ilusión mantenida por el hecho de que conservamos las memorias. Recuerdo cómo era a los 15, 10 o 4 años, y pienso en qué medida sigo siendo la misma persona. Y no sé si queda algo. Lo que queda es la memoria. Igual esa identidad como tal se ha perdido, pero no la añoramos ni sentimos su pérdida porque existe esa conexión a través de la memoria autobiográfica. Pero el resto puede ser una ilusión. Puede ser que continuamente estemos perdiendo identidades y generando otras.

-¿La memoria es también una ilusión?

-También y la utilizan los magos.

-Componemos imágenes del pasado que se parecen poco a la realidad...

-Sí, las memorias autobiográficas pueden ser muy diferentes de la realidad, y por tanto hay fallos por omisión o por generar falsas memorias. Hoy sabemos que cada vez que recuerdas algo extraes esa memoria de su almacén, y la haces consciente y la vuelves a guardar. Y cada vez que recordamos cambiamos esa memoria. No es igual la que extraemos que la que almacenamos de nuevo. Cuanto más se accede a un recuerdo más se cambia. Esto tiene relevancia importante, porque todos tenemos experiencias que nos definen. Soy la persona actual por los hechos que ocurrieron en mi pasado. Pero estas experiencias son las que más tiendes a recordar y por tanto son las que más cambiamos. Por tanto no somos las personas que creemos y somos los menos indicados para describimos.

-¿Significa eso que nos conocemos poco?

-Muy poco. No nos conocemos. Es como la relación que tenemos con la realidad. No quiere decir que la realidad no exista, pero el cerebro la simula. Y nosotros interactuamos con esa realidad virtual que general el cerebro. Unas veces encaja bien con lo real y otras peor. El conocimiento de nosotros mismos encaja en este ámbito también: unas veces la imagen que tenemos de nosotros mismos será acertada y otras no, por las limitaciones que tiene el cerebro.