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Las Moscas que salvarán Astronáutas

Las Moscas que salvarán Astronáutas
Moscas criadas en el espacio ayudan a científicos a descifrar los efectos que tiene la ingravidez en las defensas de los astronautas. La ingravidez es el estado que se experimenta en el espacio por la falta –precisamente– de la fuerza de gravedad.

Según los investigadores, existe un proceso bioquímico en las moscas que detecta y combate infecciones producidas por hongos, el cual se desactiva en el espacio.

 

El sistema inmunitario de las moscas es similar al de los humanos y otros mamíferos, y se usa como modelo en estudios básicos. Este hallazgo ayudaría a determinar por qué algunas infecciones reaparecen tras un viaje espacial.

 

Por ejemplo, el virus llamado Epstein-Barr, que casi todos los seres humanos poseen en estado latente, puede despertar en el espacio y elevar el riesgo de sufrir mononucleosis (infección viral transmitida por la saliva) y tumores cancerosos en el sistema linfático, según indica un estudio del Programa de Investigación Humana (HRP, por sus siglas en inglés) de la agencia espacial NASA.

 

“Esto es especialmente importante si pensamos en misiones espaciales de largo plazo, como vuelos interplanetarios”, dijo Lawrence von Kalm, investigador de la Universidad Central de la Florida.


Ambiente hostil.

 

Un incidente ocurrido en 1965 en el Centro Espacial Johnson de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA) dio a Jim LeBlanc, técnico de trajes espaciales, prueba de lo hostil que es el espacio exterior. En un ensayo en una cámara de vacío, su traje perdió presión y LeBlanc quedó inconsciente durante 14 segundos.

 

Tras presurizar la habitación y estabilizar a LeBlanc, este dijo que escuchó y sintió cómo escapaba el aire del traje, y lo último que recordaba era la saliva en su lengua, que “comenzaba a hervir”.

 

El ambiente en el que los astronautas realizan misiones espaciales de hasta más de un año, no viene sin consecuencias.

 

Según el HRP, sus huesos pierden, en un mes, la misma cantidad de calcio que los de una mujer posmenopáusica en un plazo de entre 12 y 18 meses. Además del riesgo de fracturas, el cuerpo reabsorbe el calcio y lo deposita en los riñones, generando cálculos renales.

 

Como la columna no carga el peso acostumbrado por la falta de gravedad, los discos situados entre las vértebras se expanden y se desalinean.

 

Por soportar un peso menor que el usual, los músculos también podrían reducirse en tamaño y función hasta en un 40% durante las misiones largas, y sus fibras se acortarían en un tercio en 14 días.

 

De acuerdo con el Instituto Nacional de Investigación Biomédica Espacial de EE. UU. , los fluidos corporales, incluida la sangre, se van hacia la cabeza y la parte superior del cuerpo tras el despegue.

 

Además de sentir congestión y jaqueca, la presión y el volumen sanguíneos disminuyen como una reacción natural por el desplazamiento de fluidos, lo cual ocasiona arritmia.

 

Imagen sin titulo - GN

Tras unos minutos en el espacio, del 60% al 70% de los cosmonautas sientan náuseas, malestar y vómito por la ingravidez.

 

La afectación del sistema de balance, regulado por el líquido en el oído interno de las personas, por suerte dura solo algunos días, según la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial.


Rayos peligrosos. La radiación es quizá la principal amenaza que afrontan los astronautas, según el HRP. En la Tierra, la atmósfera y el campo electromagnético bloquean gran parte de la radiación espacial a la que no estamos acostumbrados, incluida la del Sol.

 

Los astronautas se exponen a dosis de radiación ionizante de entre 50 y 200 milisieverts, el equivalente a entre 150 y 600 radiografías de pecho. Se alteran sus patrones de sueño y su reloj biológico por la falta de un ciclo de día y noche de 24 horas, y aumenta la tensión del aislamiento mientras realizan importantes y complejas maniobras.

 

Sin el resguardo del equipo espacial, la muerte ocurriría en uno o dos minutos, según la NASA.

 

El conocimiento se pierde en 15 segundos por la falta de oxígeno, los tejidos se hinchan, y la piel descubierta sufre una fuerte quemadura solar. Igual que LeBlanc, lo último que se recordaría sería la saliva de la lengua, que empieza a hervir.